jueves, 19 de octubre de 2023

ACTIVISMO PROECOLÓGICO

Timothy Morton escribió en 2009, un importante libro titulado “Ecología sin naturaleza”, el cual tuvo como finalidad el desmontaje de la idea de una oposición entre lo natural y lo artificial, de hecho, el autor sostiene que en parte el concepto de naturaleza ha sido uno de los mayores  obstáculos para el equilibrio medioambiental. Diez años después continuó el argumento con “Ecología oscura”.

Existe una amplia serie de nociones preconcebidas y con tendencias morales opuestas, que resultan desmentidas cuando uno se interna en el campo de acción de la ecología.
La mayoría de la gente piensa que los empresarios, los industriales y los promotores inmobiliarios y turísticos son los principales culpables de la explotación, contaminación y depredación de los recursos medioambientales y de la fauna que habita en ellos. Por la otra parte, se piensa habitualmente que los pobladores originarios de las selvas, los miembros de las organizaciones no gubernamentales y los funcionarios locales son quienes se oponen a dicha explotación y extracción de los bienes de la naturaleza, sin duda en muchos casos es así, pero en la realidad esta dicotomía no es tan sencilla.
La complejidad de los fenómenos de urbanización y poblamiento es de un alto grado y responde estrechamente a las dinámicas de la economía y el mercado.
Finalmente todos los actores en el campo buscan beneficios económicos, mientras que la ecología solo puede producir beneficios intangibles en la gran mayoría de los casos. La ecología sin duda es productiva desde el punto de vista del capital cultural, simbólico y político, pero no económico. Por este motivo, los activistas ecológicos son considerados como enemigos del desarrollo, y dentro de sus detractores están tanto los funcionarios, como los indígenas y desde luego los empresarios. Pero lo más complejo es que casi todos ellos tienen su origen en alguno de estos tres grupos.
Muchas veces el gobierno asigna terrenos de reserva para que los pueblos originarios los utilicen y obtengan beneficios de sus atributos naturales, pero muy frecuentemente ellos mismos son quienes, por distintas razones, normalmente económicas, destruyen el bosque y matan a los animales. A veces son los industriales mineros los que al mismo tiempo apoyan a las asociaciones de conservación, en la mayoría de los casos para aumentar el prestigio de sus empresas y reparar algo del daño que provocan al medio ambiente, por mencionar algunos de sus motivos, entre los cuales también se cuentan las excepciones fiscales.
Parece que todos estos argumentos son algo deprimentes, pero finalmente no cabe duda de que “es una jungla allá afuera”, como se dice coloquialmente.
Lorenzo Rocha

 

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