jueves, 30 de mayo de 2024

GENERALIZACIONES

Todas las generalizaciones están equivocadas, incluso esta misma.

¿Cómo es posible escribir teoría de la arquitectura sin incurrir en generalizaciones? ¿Toda casuística demuestra una hipótesis? Estas preguntas penden siempre sobre la cabeza de los escritores teóricos. Todo sistema axiológico se apoya en generalidades, extraídas de experiencias prácticas, pero reducidas a enunciados donde los valores son absolutos y se asocian, de modo directo o indirectamente, con posturas a favor o en contra de ciertos factores discutidos.
Cualquier aseveración teórica, al menos en arquitectura, puede ilustrarse con ejemplos, pero inevitablemente también éstos deben simplificarse de tal manera que sirvan de apoyo a la argumentación.
Tomemos dos ejemplos de arquitectura que han sido paradigmáticos a lo largo del modernismo para ilustrar la abstracción y universalidad del racionalismo: la Villa Savoye de Le Corbusier (Poissy, 1929) y el Pabellón alemán para la feria universal de Barcelona de Mies van der Rohe (Barcelona, 1929). De ambos se extraen valores compositivos abstractos como su geometría horizontal, su pureza compositiva, su transparencia y su sobriedad expresiva, que apoyan la tesis de que sus formas arquitectónicas auto-referenciales son aplicables a proyectos de cualquier índole. Dentro de su análisis podríamos afirmar que son casos en los que sus diseñadores se centraron en la generación de espacios que no aluden a sus contextos.
Sin embargo, si observamos estos mismos edificios desde ópticas sociales, si los miramos desde su lugar en la historia y en las biografías particulares de sus creadores y promotores, encontraríamos argumentos quizá contrarios a los anteriores. ¿Estos proyectos son puramente formales o están ligados a la cultura específica de su tiempo y lugar? Es evidente que son ambas cosas, sin embargo, desde el punto de vista teórico, han sido usados para ilustrar la pureza de las formas, conceptos y elementos del modernismo, y no como objetos producidos socialmente.
Lorenzo Rocha

 

jueves, 23 de mayo de 2024

CREMATÍSTICA

El economista y geógrafo mexicano Rolando Espinosa explica la diferencia entre economía y crematística del siguiente modo: “La economía, a diferencia de la crematística, podía entenderse como el nomos sobre aquellos bienes usados y compartidos por un hogar o por todo el conjunto de hogares de una polis y que conformaban una cierta forma de riqueza.” 

Las ciudades son inevitablemente, consecuencias de fenómenos económicos, concentraciones de personas agrupadas por motivos comerciales, productivos o distributivos, pero no son solo esas sus motivaciones, también son centros políticos. La cercanía al agua, a las vías de comunicación marítima, fluvial, aérea, ferroviaria o terrestre, es esencial para la viabilidad de una ciudad, en el sentido centralizado que conocemos. Desde que los humanos se volvieron sedentarios, nacieron las ciudades, primero en pequeña escala. Pero a partir de la revolución industrial, la necesidad de concentrar a la fuerza de trabajo cerca de las fábricas, provocó un crecimiento exponencial de las ciudades. 
Sin embargo, la tecnificación de la agricultura, la ganadería, la piscicultura, ha prescindido en gran medida de dicha centralidad, que solía ser hasta mediados del siglo XX, la característica esencia de lo urbano. 
La crematística, que en ocasiones se confunde con la economía, es la actividad productiva que tiene como fin el beneficio monetario, se distingue de la economía porque esta última es la actividad productiva que tiene como fin el bienestar de las personas.
Para alcanzar los objetivos críticos del urbanismo se deberá adoptar un enfoque económico opuesto al objetivo crematístico. La relación más importante entre economía y urbanismo es su carácter de lazo social colectivo y contingente.
En la actualidad lo urbano ya no depende de la concentración en núcleos densamente poblados, las comunicaciones, el transporte y la conectividad virtual, han propiciado una urbanización a nivel planetario.
Lorenzo Rocha

 

jueves, 16 de mayo de 2024

LÍMITES DE LA CIUDAD

En su libro “La revolución urbana”, Henri Lefebvre explica con un diagrama aparentemente muy sencillo el proceso de evolución de la complejidad urbana, desde ciudades con funciones solo políticas hasta el punto crítico en el que nos encontramos actualmente.
La ciudad contemporánea se encuentra en una situación crítica, en la cual ya no es posible que continúe expandiéndose en el territorio. Por otro lado, el estilo de vida urbano se ha extendido a casi todos los rincones del planeta. Estos fenómenos que llamamos “megalópolis” se componen de procesos sucesivos de “implosión-explosión”, que implican la concentración urbana, el consecuente éxodo rural, la extensión del tejido urbano y la subordinación total de lo agrario a lo urbano. Hemos alcanzado un punto crítico que ya ha superado por mucho la capacidad técnica de los planificadores urbanos. Me refiero a una expansión urbana compuesta por corredores poblados densamente como el Valle de México y sus inmediaciones hacia todas las direcciones, que abarcan poblaciones en los cuatro estados circundantes (Hidalgo, Morelos, Puebla y México). Pero este no es un fenómeno exclusivo de nuestra metrópolis, también sucede en Japón (Tokio-Yokohama), Estados Unidos (San Diego-San Francisco) y en China (Delta del río Perla) y en otros países como Brasil e India.
Se trata de fenómenos muy estudiados, pero no por ello se ha podido alcanzar el equilibrio, sobre todo desde el punto de vista medioambiental. La confusión entre ciudad y campo ha tenido un impacto nocivo a nivel de administración de recursos, industrialización y construcción de infraestructura, en parte por la dificultad estadística, al no poder establecerse con exactitud la extensión de ambos conceptos, lo cual complica la gestión política de las inversiones.
El asunto es tan complejo que ni siquiera los expertos son capaces de describir con claridad suficiente los términos que utilizan. Aunque tengan buenas intenciones muchos términos utilizados hoy en día como “postmetrópolis” o “urbanización planetaria”, generan más controversias y se alejan de su propósitos de contribuir a las herramientas teóricas disponibles para la comprensión de los fenómenos que estudian.
Lorenzo Rocha

 

jueves, 9 de mayo de 2024

CULTURA URBANA

La oposición entre lo que entendemos como “diseño” y “no-diseño” ha sido tratada muy a fondo por la arquitecta y teórica argentina Diana Agrest, según ella estos sistemas culturales se definen por su institucionalidad, por sus límites, por su especificidad y por los sujetos.
Los edificios son objetos que no son equivalentes a la cultura arquitectónica del mismo modo como las ciudades no son lo mismo que la cultura urbana. El diseño arquitectónico o urbano no es el sistema dominante en estos dos ámbitos, sino solamente uno de los sistemas actuantes. Otros sistemas que no implican diseños son por ejemplo, el sistema financiero, el sistema político y otros mas, que tienen igual o incluso mayor influencia sobre la naturaleza y la forma de las construcciones y de las metrópolis. Sin embargo, debido a que el valor simbólico del diseño es organizado y distribuido desde la élite cultural, es inevitable que los demás sistemas se vean afectados por éste.
A veces las personas y las instituciones, cuyo papel en las operaciones constructivas no se relaciona con el diseño, solicitan ciertos modo de hacer edificios y urbanizaciones según lo que han aprendido de la información disponible en internet, en las publicaciones y en el contexto urbano mismo. Sin embargo, esas imágenes, textos, videos e incluso los edificios mismos, han sido creados, promovido y difundidos por la industria cultural. Los demás actores involucrados en dichos procesos no tienen otras opciones de donde elegir que aquellas que los propios arquitectos, urbanistas, editores y fotógrafos les proporcionan.
Es ahi donde está muy claro el papel de los profesionales dedicados a la arquitectura, algunos de ellos desde luego son protagonistas de los procesos, se ocupan de diseñar y construir, pero son la minoría, los demás se ocupan de fotografiar, publicar y comentar los proyectos.
Este es un proceso dialéctico en el que las causas y consecuencias de lo real son cíclicas, o mejor dicho, indisociables. Producimos los objetos, los difundimos y al mismo tiempo nos vemos obligados a cumplir con los parámetros de calidad que los colegas o nosotros mismos hemos establecido. Hace un par de décadas el publico no hubiera aceptado ciertos elementos  arquitectónicos, materials y formas que ahora exige en los nuevos proyectos.
Lorenzo Rocha

 

jueves, 2 de mayo de 2024

Estética (17 radio)

 

El próximo jueves 2 de mayo las 19:00 (México). Conversaremos con la doctora Cristina Vaccaro, sobre las implicaciones filosóficas de la estética sobre la arquitectura y el urbanismo

Sintonicen 17radio.org

FIN DE LA ENSEÑANZA

 

Alberto Pérez Gómez pronunció una muy importante conferencia la semana pasada en la Facultad de arquitectura de la UNAM, en ella habló de que es inútil enseñar a hacer proyectos a los alumnos.
La reunión numero 110 de la Asinea (Asociación nacional de instituciones de enseñanza de la arquitectura de la República Mexicana) que se llevó a cabo la semana pasada en la Facultad de arquitectura de la UNAM, trató el tema del papel de las escuelas en el futuro de la profesión arquitectónica. Los organizadores comunicaron al público el dole sentido de la palabra “fin”, que puede ser final y también finalidad u objetivo.
En mi intervención, que presenté como comentario a la conferencia del arquitecto Alberto Pérez Gómez titulada "El futuro de la enseñanza de la Arquitectura”, hablé de que en mi opinión el futuro de la educación está estrechamente ligado al futuro de la imaginación.
Los arquitectos participamos solo en una décima parte de las operaciones de construcción, el resto las hacen los ingenieros, administradores o los mismos habitantes que contratan albañiles. Sin embargo, nosotros somos los únicos que nos ocupamos de darle valor simbólico a las construcciones. Organizamos debates, conferencias y visitas a los edificios, una vez que concluimos algún edificio, lo mostramos y publicamos en la mayor cantidad de medios. Somos los responsables de lo que llamamos “cultura arquitectónica”. Lo más importante de ello es que dicha cultura, que se compone de las directrices que validan o bien limitan la producción de objetos que se identifican con una nación o comunidad den un lugar determinado, se genera en la élite académica pero se decanta hacia la base. Por ello, aunque solo construimos una de cada diez casas, las nueve restantes se diseñan y ejecutan según los valores culturales que nosotros generamos.
Por estos motivos, seguimos siendo profesionales útiles a la sociedad. Si  embargo, las escuelas de arquitectura siguen entrenando a sus alumnos para construir casas y edificios, descuidando su capacidad teórica y crítica, que es la que en mi opinión es más útil para elaborar discursos arquitectónicos. Nuestra escuela en la UNAM, comenzó dentro de la Academia de Bellas arte de San Carlos, después se mudo a la ciudad Universitaria a u costado de la facultad de ingeniería. Lo más probable es que en el futuro se termine instalando del otro lado del campus, junto a la Facultad de filosofía y letras.
Lorenzo Rocha

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