El mercado inmobiliario contemporáneo está ligado estrechamente con los estudios de mercado, que tienen su origen en la publicidad y la mercadotecnia con fines puramente comerciales.
Las viviendas y equipamientos urbanos como centros comerciales, clínicas privadas e incluso escuelas y universidades, han venido adquiriendo con los años un carácter mercantil que está relacionado estrechamente con la segmentación de la población en términos de su capacidad económica de adquisición. Este fenómeno que se ha convertido en la manera más común para llevar a cabo prácticamente todas las operaciones inmobiliarias.
Estas dinámicas fortalecen la percepción generalizada de las construcciones como productos de consumo, privilegiando su valor de cambio muy por encima de su valor de uso. Todo ello es muy nocivo para los proyectos arquitectónicos y urbanos, ya que casi todas las personas solo cambian de casa una o dos veces en su vida, del mismo modo como todos los demás edificios dedicados a la salud, la educación y el comercio no requieren crecer ni ser sustituidos constantemente.
La sensación de escasez y la obsolescencia de todas las viviendas y edificios desocupados, en contraste con la excesiva oferta de espacios nuevos que apelan a los deseos y necesidades de las clases medias y altas han provocado también un aburguesamiento de los barrios urbanos que antes eran populares y se van encareciendo de modo incontrolable.
El problema fundamental no es particularmente económico sino social, ya que provoca un desplazamiento de la población hacia las periferias, cuando el valor del suelo que ocuparon desde hace décadas se convierte en un factor decisivo. Del mismo modo, los precios de los productos básicos y de los servicios generales en los barrios se vuelven inalcanzables para la población de bajos recursos y esto también tiende a expulsarlos de sus barrios.
Un desarrollo futuro más duradero debe contemplar una transgresión de la segmentación del mercado, fomentando la diversidad más amplia posible en la composición de cada proyecto, sin demeritar su viabilidad económica.
Lorenzo Rocha
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