El diseñador danés Per Mollerup, decía: “En la educación del diseñador nada puede enseñarse, todo debe aprenderse”, lo cual implica una participación activa del estudiante en el proceso de la enseñanza y el aprendizaje.
Los talleres de diseño arquitectónico dentro de las universidades, van quedando cada vez más obsoletos a medida que la profesión evoluciona. En la actualidad elaborar proyectos abstractos, como ejercicios de composición arquitectónica tiene muy poco sentido práctico. En primer lugar, dichos ejercicios no toman en cuenta dos aspectos que son críticos para la practica proyectual, el primero de ellos es el factor económico. Hoy en día los arquitectos deben entender a profundidad las dinámicas financieras que rodean a su actividad, ya que es muy probable que tengan que fungir como promotores de sus propias obras. En segundo lugar, está la aplicación de la teoría estética en los proyectos. Si no se comprende cabalmente el sentido actual de la estética como sinónimo de política, es imposible crear proyectos arquitectónicos suficientemente equilibrados respecto a la comprensión profunda de la función, en sus dos principales acepciones: como el propósito de la obra y en relación a su papel en el plano simbólico dentro de industria cultural.
Sabemos de sobra que los arquitectos servimos a las clases dominantes y a las instituciones humanas, sean estatales, religiosas o financieras. Por estos motivos, es indispensable que adoptemos posiciones ideológicas firmes y no caigamos en los vaivenes de las fuerzas políticas solo para garantizar nuestro sustento como profesionales. Esto implica adoptar posiciones éticas y actitudes coherentes con las ideas de los diseñadores, al contrario de la excesiva flexibilidad moral que se acostumbra entre muchos de nuestros colegas.
Estas consideraciones casi no se encuentran presentes en los talleres universitarios, suele tomarse a la teoría como un accesorio de la formación académica, como una actividad separada de la práctica, lo cual provoca que sigamos diseñando sin saber con certeza la finalidad social de nuestros proyectos.
Lorenzo Rocha