jueves, 5 de noviembre de 2009

PROYECTO CIUDADANO


La Ciudad de México está fuera de control. Sólo los habitantes podemos realmente transformar nuestra ciudad.

En la época en que nuestra ciudad se encontraba aún en posibilidades de afrontar el crecimiento geométrico de su población debido a la migración del campo a la ciudad, las autoridades no tomaron las suficientes acciones para planificar el crecimiento urbano que resultó en la metrópolis del presente. El gobierno se ha concentrado, desde la década de los cincuenta, en proveer a la ciudad de las infraestructuras que los propios habitantes no se pueden procurar por sí mismos, siempre a un ritmo más lento que la expansión urbana. Sin embargo, es claro que nuestra ciudad se hizo y se mantiene gracias a las contingencias: a la capacidad de adaptación y auto-organización a todos los niveles, desde el desarrollo inmobiliario formal hasta la gigantesca economía subterránea.

Ha llegado el momento de comprender que el reconocimiento de las características de lo informal puede ser parte fundamental de la débil esperanza de recuperación de la calidad de vida en nuestra ciudad.

Tres ejemplos nos demuestran que el interés y la voluntad de actuar de los ciudadanos no dependen de su condición social y económica, sino del afecto y la identidad que sienten por su lugar de origen y residencia. Un hombre joven que comenzó a reforestar un camellón junto con su padre en la colonia Lomas de Chapultepec desde hace 20 años, por su propia cuenta y riesgo. Una mujer que siembra y mantiene un pequeño jardín de plantas aromáticas en una banqueta de la colonia Polanco y que hace más agradable el paseo a los vecinos. Finalmente, el caso de un hombre mayor retirado, que comenzó con la idea de sembrar hortalizas en una azotea del Centro Histórico cuando era vigilante del edificio y que, tras una larga serie de cartas dirigidas a las autoridades, ahora cuenta con apoyo del gobierno para la instalación de un huerto urbano didáctico, donde sembrará vegetales para su consumo y enseñará a niños y sus familias a cultivar en sus casas.
Lorenzo Rocha

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