jueves, 12 de noviembre de 2009

SIN TEXTO


Todo montaje expositivo genera un contexto para las obras de arte, y a su vez las propias obras se convierten mutuamente en parte de sus contextos. La exposición inaugurada esta semana en la sede de la Fundación/colección Jumex en Ecatepec plantea un uso del espacio que establece relaciones insólitas entre las piezas presentadas, relaciones que, de no estar reunidas las obras, simplemente no habrían existido. Michel Blancsubé, curador de la exposición, le ha puesto el título Les enfants terribles en referencia al título de la novela de Jean Cocteau de 1929, pero no es el título ni la disposición espacial de la muestra los elementos que dan carga violenta y política a las piezas mostradas en esta ocasión, diría que la tensión espacial se establece por “aquello que no está allí”. Estos elementos invisibles son las expectativas, la sorpresa de lo que los espectadores nos encontramos al llegar a la remota sede de la colección, después de cruzar la Ciudad de México.

Una obra de Gino de Dominicis realizada en 1968, “Triangolo (Invisible pyramid)”, un triángulo marcado en el suelo con cinta negra, viene acompañada de un epígrafe anexo que explica parte de la sensación que trasmite la muestra, el artista comenta sobre su propia obra: “Estoy seguro de que estás y siempre estarás adentro o afuera de este triángulo”.

Sin embargo, la pieza que en mi opinión resume de mejor manera la intención de esta nueva lectura de la colección es “Figuras del pensar: el placer del texto” (2008), del artista mexicano Iñaki Bonillas. En tres repisas de más de diez metros de largo, el artista expone tiras de papel de algodón donde se ven notas, frases subrayadas y garabatos sobre el libro El placer del texto, escrito en 1973 por Roland Barthes, sólo que las páginas están en blanco. Mejor dicho, están todas las notas y gestos característicos que un lector realiza sobre el estudio de un ensayo filosófico como éste que se materializan al eliminar la fuente de donde provienen. El texto al desaparecer adquiere entonces un distinto valor material, como poesía abstracta.

Lorenzo Rocha

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