jueves, 7 de octubre de 2010

ARQUITECTO ESCRIBIENTE


Yo escribo esta nota semanalmente desde hace casi cinco años. Es un trabajo que me ha traído gran satisfacción, me ha permitido reflexionar y discutir sobre una enorme diversidad de temas relacionados con mi interés principal: el espacio y la arquitectura. Hago la distinción entre estos dos conceptos ya que no necesariamente a todos los arquitectos les preocupa el tema del espacio como concepto, en cambio el espacio como “materia prima” interesa mucho más a artistas y a otros profesionistas, fuera del gremio arquitectónico. Durante este tiempo he continuado con mi labor como arquitecto, que espero esté reflejando los puntos centrales de los textos que he publicado.

Durante todo el modernismo e incluso desde mucho antes, quizá desde que existe la propia arquitectura, a los arquitectos nos ha interesado escribir. No por ello pensamos que deba tomársenos por escritores, a lo mucho quizá como “escribientes”, amanuenses como Bartelby, el personaje de Herman Melville.

En los últimos años se han publicado textos interesantes, escritos por arquitectos acerca de su propio trabajo, o bien relacionados con conceptos de los cuales les interesa reflexionar. Por su importancia, debo subrayar entre éstos al arquitecto finlandés Juhani Pallasmaa, quien ha escrito en 2005 el libro Los ojos de la piel, un texto fundamental para quien desea comprender la interacción entre los sentidos y la arquitectura. Dentro de las reflexiones fundamentales para la percepción del espacio arquitectónico, resalta también un libro de Peter Zumthor, arquitecto suizo, ganador del Premio Pritzker en 2009. La obra se titula Pensando la arquitectura, y a pesar de que se trata de la transcripción de conferencias dictadas por el autor en distintos momentos, recoge conceptos que, aunados a la experiencia de sus edificios, transmiten una enorme profundidad filosófica. Zumthor escribe atinadamente: “El único modo del que dispone el arquitecto para proyectar edificios que tengan una conexión sensible con su propia vitalidad, consiste en elaborar una filosofía que vaya mucho más allá de la forma y la construcción”.

Lorenzo Rocha

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