jueves, 9 de diciembre de 2010

TERCER PAISAJE


Recomiendo ampliamente un libro: "Manifiesto del tercer paisaje", de Gilles Clément. Esta breve obra, escrita en 2003 por el jardinero francés nacido en 1943, plantea un concepto que él mismo define como el “jardín planetario”. A grandes rasgos, Clément explica que todo aquel territorio que no es dedicado a la agricultura, ni pertenece al suelo urbanizado, está (in)definido con el término general de naturaleza, es un enorme jardín que ocupa la mayor parte de las extensiones territoriales del planeta. El ser humano no se había preocupado por definirlo hasta ahora, ya que su excesiva racionalidad no había encontrado una utilidad para estas grandes zonas baldías.

Precisamente el potencial de dichas zonas despobladas es que han escapado a la mano del hombre y por lo tanto son la reserva genética del mundo, su único posible futuro. Además de manifestarse a escala global, el tercer paisaje también aparece en una escala menor, casi invisible, como pueden ser los bordes de las carreteras, los taludes de los ferrocarriles, los tejados de las fábricas y hasta las grietas en el pavimento de asfalto que cubre las calles urbanas. En todos estos sitios florece una gran diversidad de pequeñas plantas, que sobreviven a todas las condiciones climáticas. Por el contrario, la jardinería tradicional se empeña en mantener las flores y la hierba, no obstante el enorme y absurdo gasto de energía que suponen. Gilles Clément ha llamado la atención de los paisajistas sobre esta situación y paulatinamente su visión comienza a transformarse, ya se puede hablar de una corriente dentro de la jardinería que acepta la “mala hierba”, como parte del desarrollo integral de las fitocenosis, de las comunidades de plantas. La capacidad para entender el tercer paisaje es un factor clave para que los urbanistas, arquitectos y la sociedad en su conjunto, adopten una actitud auténticamente ecológica. De otra forma, el verde dentro de las ciudades no dejará de ser más que un nuevo y superfluo maquillaje para esconder los verdaderos problemas medioambientales.

Lorenzo Rocha

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