En un contexto cultural como el nuestro —que está completamente centrado en el sentido de la vista— la ceguera es sin duda la discapacidad más temida y aparentemente aquella que puede acarrear más consecuencias negativas para el individuo.
Para cualquier persona que no sea invidente, encontrarse en la oscuridad total sería sin duda una situación angustiante. Pero existe otro caso extremo que es similar al de la oscuridad, cuando uno está inmerso en un sitio nevado y cubierto por la niebla. En la oscuridad, el campo visual es totalmente negro, en medio de la nieve y niebla, totalmente blanco. Es entonces cuando nos damos cuenta que tres de los otros sentidos: el tacto, el oído y el olfato, se agudizan notablemente.
Para quienes nos dedicamos a la arquitectura, es interesante reflexionar sobre esta “dimensión oculta”, que se centra sobre todo en torno al sentido del tacto. Para ello convendría estudiar a dos autores: Edward T. Hall y Juhani Pallasmaa. El primero sostiene que, desde el punto de vista sociológico, la proxémica (la ciencia que estudia el mundo háptico) es la dimensión que prevalece y subordina al mundo óptico. El segundo autor, arquitecto de profesión, es seguidor de la teoría que afirma que todos los sentidos son en realidad versiones distintas de uno solo: el tacto (los órganos sensoriales son tejidos epidérmicos especializados para captar la luz, el sonido, el olor y el sabor), de ahí que haya titulado su libro “Los ojos de la piel”. Ambas teorías son complejas y requieren de consideraciones profundas, pero basta situarnos en un espacio totalmente negro o blanco para darnos cuenta en seguida que cuando se pierde la vista, nuestro único contacto sensible con el mundo exterior son las plantas de nuestros pies. Si no nos movemos de nuestro lugar, comenzaremos a percibir simultáneamente sonidos y olores que nos darán una idea del sitio donde estamos y nos harán capaces de orientarnos. Pero luego, al comenzar a movernos tendremos que palpar objetos del entorno, para saber hacia dónde podemos dirigirnos y poder prescindir totalmente del sentido de la vista.Lorenzo Rocha