La fascinación y desconcierto del artista extranjero ante la precariedad de tantos aspectos de la arquitectura mexicana ha llevado a algunos de ellos a elaborar discursos estéticos alrededor de la cutredad de muchos de los espacios en los que habitamos. La expresión de la “estética cutre” ha tomado en los últimos años la forma del ensayo fotográfico, un género dentro del arte visual que consiste en series de fotografías editadas de tal modo que su progresión sea capaz de transmitir una historia, incluidos los estados emocionales por los que transita el artista mientras hace el relato.
El primer ejemplo que viene a la memoria es Hotel Palenque, realizado en 1969 por Robert Smithson. En ocasión de su viaje al sureste de México, Smithson hizo poco caso a la arquitectura maya y centró su atención en los espacios del precario hotel donde se hospedó. En aquella época el artista exploraba el concepto del “No-sitio” y realizó esculturas efímeras con ramas y espejos de las cuales conservó solamente las imágenes. En 1972 presentó una serie de diapositivas en la Universidad de Utah, la explicación de Smithson fue grabada y se ha reproducido copiosamente, ya que de ahí deriva su concepto de la “desarquitecturización”, que fue el proceso mediante el cual describió la arquitectura medio derruida del curioso hotel. Smithson hizo una estetización de los sacos de cemento apilados, de los montículos de ladrillo y de las coloquiales varillas que pueblan a las azoteas de tantas construcciones inconclusas en nuestro país.
Dentro de una cepa conceptual parecida, la artista brasileña Livia Radwanski publicó hace algunos meses su libro Mérida90 (coeditado por Tumbona y Conaculta). Se trata de un ensayo fotográfico cuidadosamente editado que documentó los últimos meses que pasaron los habitantes de un inmueble de principios del siglo XX, antes de que fuera demolido. El ensayo, realizado en clave de estudio antropológico, estetiza las escenas de extrema precariedad fotografiadas en el interior de algunas viviendas ocupadas hasta que estuvieron por derrumbarse. El tono reivindicativo de los textos del libro, debilita hasta cierto punto el impacto que las imágenes tendrían por sí solas.
Consciente de la contradicción implícita en la frase que titula al presente texto, parece ser que el registro fotográfico contenido en ambos ensayos mencionados tiene el afán de preservar algo que es necesariamente efímero, de poca estabilidad y duración. Pero sin duda ambos artistas nos confirman que las ruinas solo nos gustan mientras son ruinas.
Lorenzo Rocha