Reconsiderando los conceptos planteados por Henri Lefebvre en su libro “El derecho a la ciudad”, encontramos que 45 años después de que el filósofo francés disertara sobre el futuro de la ciudad moderna, sus habitantes y gobernantes aun seguimos apegados al proceso antiguo de formación de la ciudad. Las ciudades siguen instalándose y creciendo por razones económicas, si es que las ciudades se han transformado durante los últimos dos siglos, será porque la economía ha sufrido profundos cambios y el desarrollo urbano va detrás de sus nuevas prácticas.
Las ciudades antiguas solían caracterizarse por la alta densidad, por ejemplo Barcelona cuenta con aproximadamente 170 habitantes por hectárea, mientras que en el otro extremo, en muchas ciudades estadunidenses como Houston, esa cifra está por abajo de 10. La razón de este fenómeno es económica, las ciudades antíguas crecieron alrededor de un núcleo compacto y hoy en día cubren extensiones de tierra relativamente pequeñas, aunque su población ha crecido notablemente, esto ha facilitado la concentración de las infraestructuras, sobre todo las de transporte público. Por su parte, ciudades fundadas en el siglo XIX tuvieron un desarrollo que pertenece a la era del petróleo y el automóvil, lo cual fragmentó su desarrollo en minúsculas comunidades con sus propios servicios, donde no se identifica ningún centro histórico y que se componen de redes viales que conectan a las viviendas unifamiliares con pequeños centros comerciales, industriales y administrativos.
Lefebvre escribe sobre su idea de ciudad futura en el penúltimo capítulo de su fundamental estudio sobre lo urbano, sostiene que en la ciudad efímera, “obra perpetua de los habitantes, a su vez móviles y movilizados por y para esta obra”, habrá un predominio del tiempo sobre el espacio. Mientras que las ciudades actuales requieren de “estructuras de equilibrio” que se distribuyen mediante el equipamiento urbano, que responde a las funciones económicas que dan origen a las ciudades, les asigna un espacio a cada una de ellas (estudiar, trabajar, habitar, comprar, etcétera), en el futuro la ciudad se habitará no en relación al espacio que ocupan dichas estructuras, sino al tiempo que los habitantes dedicarán a cada una de ellas. Lefebvre pone como ejemplo la Exposición Mundial de Montreal de 1967, donde se edificó un parque lúdico mediante domos geodésicos y otras estructuras etéreas que ponían en cuestionameinto la diferencia radical entre espacio público y privado, a la vez que introdujo el concepto de Habitat, por encima de la convencional noción de vivienda.
Lorenzo Rocha
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