
El argumento más importante en contra de la publicidad exterior es sin duda, el tema moral, la ilegitimidad de utilizar el espacio público para promover intereses privados sin el consentimiento, manifiesto o tácito, de los habitantes. En otras palabras, comerciar con el paisaje urbano, e imponer a los habitantes urbanos, innumerables mensajes comerciales que pretenden persuadirlo para comprar los productos anunciados, atropellando su libertad de transitar por la vía pública sin ser expuesto forzosamente a dichos mensajes, algo similar a una irrupción violenta de la privacidad.
La publicidad es uno de los elementos fundamentales del capitalismo, desde el punto de vista económico, impulsa el consumo y las transacciones comerciales que generan los empleos y el bienestar propios del sistema económico neoliberal. Si abordamos el fenómeno publicitario por el lado político, también el consumismo y la libre competencia son elementos básicos de la libre elección y por tanto de la democracia ligada al captalismo. Sin embargo, la exposción a los mensajes publicitarios debe por definición ser voluntaria, si una persona lee un periódico o revista, sabe de antemano que contiene anuncios y por lo tanto lo hace con el conocimiento suficiente y por elección propia, lo mismo sucede cuando dicho sujeto enciende el radio o la televisión. En cambio, cuando los habitantes urbanos salimos a la calle, a pie, en bicicleta, en automóvil o en transporte público, tenemos que ver la publicidad exterior aunque no queramos, información que además nos distrae visualmente y nos confunde al buscar la dirección correcta o las señales viales. Además de lo anterior, nos priva del derecho a disfrutar del paisaje urbano, ya que resulta un elemento que daña el equilibrio visual de la arquitectura y el diseño urbano, los cuales ya habían perdido por sí mismos buena parte de su calidad y armonía durante la época moderna.
Lorenzo Rocha
No hay comentarios:
Publicar un comentario