
Durante los siglos XX y XXI, gracias al acero, al concreto y al cristal, una gran parte de la población urbana de ciudades como Hong Kong, Singapur, Nueva York, Chicago, Tokio, Mumbai y Beijing viven en rascacielos de arriba de 40 pisos ¿Es posible tener un hogar en el piso 50 de una torre de acero y cristal? Para mucha gente en las ciudades modernas, incluso en la nuestra, esta pregunta resultaría absurda, ya que para cualquier persona que haya vivido siempre en un apartamento, la respuesta sería afirmativa. Quizá sea demasiado romántica la postura tradicional que considera habitable solo a la construcción de alta densidad y baja altura, como la mayor parte de la ciudad de México.
Probablemente el invento más importante para la vida en las alturas no sean las técnicas constructivas, sino la transportación vertical. El primer elevador para personas que se conoce fue construido en Francia en 1743, por ordenes del rey Luis XV, quien tenía pereza de subir las escaleras a la parte superior de su palacio. Hoy en día sería inconcebible vivir en un piso superior al tercero o cuarto nivel, si en el edificio no existe un elevador. De hecho, el reglamento de construcciones de la ciudad de México, no permite la construcción de edificios de más de cuatro pisos que carezcan de elevador. Es probable que por esta razón y por el costo de dichos equipos electromecánicos, gran parte del desarrollo de nuestra ciudad entre los años cincuenta y sesenta del siglo pasado no supera las cuatro alturas.
Es evidente que en la actualidad, el ascensor ya no es tan costoso para que influya sobre la altura de las torres de condominios, sin embargo, existen aún factores naturales como los sismos y vientos que limitan la construcción de vivienda en altura. No se debe descartar también el factor psicológico y el miedo a las alturas.
Lorenzo Rocha
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