Cuando visito una exposición tan interesante como "Funciones de una variable", de Jac Leirner, en seguida surge en mí la curiosidad sobre el aspecto que tendrá la casa y el estudio de la artista, un interés que sigo atentamente desde hace años en que visité los estudios y viviendas de varios artistas y arquitectos modernistas. No conozco los espacios donde trabaja Leirner, pero me fío de la descripción que hace Ursula Dávila Villa en una entrevista publicada en la revista Bomb: "Cuando visité por primer vez la casa-estudio de la artista, sentí que entraba en una de sus instalaciones".
La muestra personal de la artista brasileña, se inauguró el pasado miércoles en el Museo Tamayo, cubre buena parte del espacio de museo con instalaciones y esculturas que se componen en su mayoría de objetos de uso cotidiano, que Leirner colecciona y dispone en el espacio expositivo, dándoles significados y connotaciones distintas a sus funciones originales. De ese modo, pedazos de cinta adhesiva de diversos colores, simulan una composición constructivista, o bien, los empaques de celofán vacios que antes cubrían cajetillas de cigarros, son presentados por Leirner como una pequeña composición minimalista.
Leirner rescata de los materiales reciclados, no su contenido simbólico –como subproductos de la sociedad de consumo– sino sus colores, formas y características físicas. Sin embargo, la transgresión que hace la artista, al utilizar dinero de curso legal y objetos robados de aviones, al igual que el uso de los datos personales de profesionales del medio del arte, cuando exhibe sus tarjetas de presentación alineadas sobre un muro, son inevitables fuentes de complejidad y conflicto.
Las piezas de Leirner se relacionan muy bien con el espacio expositivo, ya que por encima de sus detalles, tienen una indiscutible fuerza espacial. La escala de su obra, que va desde lo diminuto y casi imperceptible, hasta lo monumental y envolvente, funciona perfectamente en relación a los espacios del museo, aunque no hayan sido piezas pensadas específicamente para este recinto.
Al igual que otros artistas conceptuales, como Tom Friedman, Cildo Meireles, Song Dong y todos aquellos que reutilizan objetos de uso doméstico para sus obras, Leirner no puede eludir la acumulación obsesiva-compulsiva de casi todo lo que se cruza por su camino. Es notable el universo que la artista nos muestra, ya que seguramente muchos de sus proyectos no llegan a buen puerto, lo cual nos hace reflexionar la infinita cantidad de significados que puede llegar a tener la basura cuando se le encuentra un nuevo valor, al convertírsele en escultura.
Lorenzo Rocha
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