Aunque no se hable de ello muy frecuentemente, en la arquitectura también existe el nacionalismo. Si vemos los libros de historia, muy rara vez encontraremos la obra de un extranjero reconocida como parte de un período histórico de un país que no es el suyo. En México tenemos varios ejemplos: el más importante es el Palacio de Bellas Artes, proyecto del italiano Adamo Boari (comenzado en 1904), quien también construyó el Palacio de Correos y algunas residencias particulares. ¿Su obra se inserta dentro de la historia de la arquitectura mexicana o italiana? Quizá el palacio aparece en nuestra historia porque fue terminado en 1934 por el arquitecto mexicano Federico Mariscal.
La casa Arango, construida en Acapulco en 1973 por John Lautner, es uno de sus diseños más celebrados, pero penosamente no figura en casi ningún compendio de arquitectura mexicana, ya que el arquitecto era estadunidense.
Para analizar más a fondo el anclaje local de las obras arquitectónicas habría que considerar tres criterios generales. El primero es el factor topográfico y climático. El segundo sería la personalidad del arquitecto, este factor se combina con el tercer criterio, que sería la accesibilidad a materiales y técnicas constructivas locales. Los materiales y sus diseños se pueden importar de otro lugar, pero no puede llevarse a cabo la obra sin un mínimo de adaptación a la industria constructiva local.
Casi todos los arquitectos modernistas, han construido en sitios distintos a su tierra natal. La mayoría de ellos han tenido que analizar las condiciones locales y han debido traducir los elementos locales, para expresarlos en su propio lenguaje. Louis Kahn, en su proyecto para el parlamento de Bangladesh de 1961, realizó una obra característicamente propia, pero no ignoró la tradición del país donde se localizó la obra, la cual fue inaugurada de manera póstuma. Otro ejemplo de síntesis entre una idea personal y la correcta integración de influencia de su localización, es el edificio para la Asamblea Nacional de Kuwait, obra concluida en 1982 por el arquitecto danés Jorn Utzon. Desgraciadamente en la mayoría de los ejemplos de arquitectos que construyen en el extranjero, el resultado ha carecido de la sensibilidad necesaria para combinar la personalidad del arquitecto con los elementos locales. El caso más claro es el Museo Guggenheim de Bilbao, obra de Frank Gehry que no se relaciona en absoluto con el tejido urbano y social de la ciudad. Los edificios de Rem Koolhaas (Edificio CCTV, 2012) y de Herzog y De Meuron (Estadio Olímpico, 2008) en China, sufren de la misma miopía que Gehry, intentan imponer una visión arquitectónica narcicista e ignoran el contexto cultural donde se insertan.
Lorenzo Rocha
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