Cuando visito nuevos proyectos arquitectónicos, solo en casos muy esporádicos me encuentro con sorpresas agradables. Casi siempre me interesan las imágenes de los nuevos edificios, pero en la gran mayoría de los casos la calidad de los espacios que visito es notablemente inferior a las fotografías que he visto de éstos en revistas o en Internet. Tal no es el caso de las instalaciones de la casa vinícola "Cuna de Tierra", en Dolores Hidalgo, Guanajuato, inauguradas en el año 2013. Los arquitectos Ignacio Urquiza, Bernardo Quinzaños y sus colaboradores, han sido especialmente sensibles a la traducción de las principales influencias de la arquitectura moderna mexicana del Siglo XX, en su proyecto para la casa vinícola, sus bodegas y oficinas. Los arquitectos han sabido traducir sus referencias históricas para la consecución de una serie de espacios frescos y acogedores, en medio de una región semidesértica.
El proyecto —premiado con la medalla de plata en la pasada Bienal de arquitectura mexicana— destaca por la equilibrada combinación de sus altos muros de tierra compactada con los amplios ventanales y el uso del agua, una serie de cualidades muy difíciles de lograr en una zona de temperaturas tan extremas y tan bajo nivel de humedad. Los arquitectos repiten con gran habilidad una fórmula utilizada por Luis Barragán en la Casa Gálvez en 1955, en sala de cata, abrieron un gran ventanal hacia el poniente y a un par de metros colcaron un muro alto para prevenir el asoleamiento, además entre ambos elementos colocaron un espejo de agua, que añade aún más la sensación de amplitud y frescura al espacio interior.
El proyecto está muy bien logrado en casi todos sus aspectos, aunque los espacios exteriores no están tan bien resuletos como los interiores. Quizá haya sido una decisión tomada para favorecer la imagen del proyecto, porque en el exterior se necesita mucho más sombra que la que existe en este proyecto, al estar construido en un area tan árida como esta. Esta característica desde luego favorece el aspecto visual de las fachadas, algo que muchos arquitectos privilegian hoy en día, por encima incluso de la habitabilidad de los espacios.
El resultado es un proyecto muy fotogénico, que finalmente no demerita la correcta solución de los aspectos constructivos, estructurales y por supuesto, la acertada solución bioclimática de los espacios interiores.
Acostumbrado a visitar tantos edificios nuevos y llevarme una decepción tras otra, en este caso gocé de la excelente arquitectura aunada una copa de buen vino del Bajío, por un momento pensé que estaba en Baja California.
Lorenzo Rocha
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