jueves, 14 de agosto de 2014

CONSERVACIÓN CREATIVA

La fuerza que implusa el desarrollo cultural de toda ciudad, resulta de la oposición entre conservación e innovación. Si todo es nuevo y se borra el pasado, la cultura arquitectónica no evoluciona, por el contrario, si solamente se conservan los monumentos históricos y no se realiza nada nuevo, tampoco existe posibilidad alguna de desarrollo.

En la ciudad de México existen profesionistas capacitados para resolver cualquier conflicto entre la conservación y la innovación de la arquitectura, desde el punto de vista tanto técnico como artístico. Desgraciadamente el resultado de esta mecánica sigue siendo inferior al que nuestro potencial permitiría. La razón es muy simple, no existen cuerpos colegiados que juzguen la pertinencia de conservar los inmuebles históricos, caso por caso. Las batallas se libran en la arena de la opinión pública y en las instancias legales, pero los expertos no trabajan en equipo directamente para solucionar los conflictos. La Ley de sitios y monumentos arqueológicos contempla la preservación de los bienes artísticos inmuebles de modo demasiado generalizado y los reglamentos y planes especiales tienen reglas estáticas que se aplican por igual a todos los casos y en realidad no consiguen proteger al patrimonio. La prueba es la cantidad de edificios nuevos que solamente mantienen la fachada de la arquitectura precedente como una máscara, sin integrarla al nuevo diseño, solo para cumplir con el reglamento.

En nuestra ciudad cuando un proyecto nuevo entra en conflicto con un vestigio histórico, por lo general, ambos salen perdiendo. El monumento antiguo queda reducido a su representación casi simbólica y descontextualizada, mientras que el nuevo proyecto se implanta a pesar de la existencia del vestigio anterior. Es lógico que se trata de un fenómeno económico, el desarrollo de cualquier ciudad no es más que eso. En algún momento fue posible ocupar un terreno sobre el Paseo de la Reforma para una sola casa, pero ahora el valor del suelo solamente se aprovecha construyendo un rascacielos. Sin embargo, el esfuerzo creativo no se enfoca en salvar al máximo el bien antiguo, ni a dar el máximo potencial al nuevo diseño, sino únicamente a cumplir con los requisitos legales.

En el caso de la Torre Virreyes en las Lomas de Chapultepec, el arquitecto Teodoro González de León realiza un gesto sintomático del conflicto de su nuevo diseño con el Super servicio Lomas –construido por Vladimir Kaspé en 1948– proyecta los 30 pisos del nuevo edificio en voladizo por encima de lo poco que se conservó del inmueble anterior. La motivación del gesto es el cumplimiento de la norma de conservación, que repercute en el nuevo diseño, pero acentuado el conflicto, en lugar de resolverlo creativamente.

Lorenzo Rocha

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