Mañana se inaugura la exposición personal "Segunda naturaleza" del arquitecto Eduardo Terrazas (Guadalajara, 1936), en el Museo de arte Carrillo Gil. La muestra cubre 40 años de trabajo del polifacético creador, quien durante su carrera ha incursionado en el urbanismo, la arquitectura, la pintura y el diseño gráfico. El título de la exposición hace referencia al hombre, que como producto de su entorno natural, lo recompone y da origen a un orden secundario de las cosas creadas por él.
El trabajo de Terrazas hace hincapié en los mecanismos matemáticos de progresión geométrica, que son similares a los procesos de crecimiento de muchos organismos naturales, sobre todo en el reino vegetal, donde la multiplicación de las formas concéntricas es exponencial y virtualmente infinita. Según el propio arquitecto, en su trabajo: "El mundo de lo factible, de las expectativas y de las ideas se expande hasta el campo mismo de la abstracción".
La serie titulada "Posibilidades de una estructura", constituye un exploración visual que el arquitecto inició desde la década de los sesenta. Se ha presentado mediante dibujos, pinturas y más recientemente, por medio de animaciones digitales. Consiste en una sencilla estructura geométrica que comienza con un espacio en blanco, cruzado por una línea, que luego es atravesada por otras en sentido ortogonal, y después en sentido diagonal, dando origen a células más pequeñas, iguales a la primera, las cuales siguen fragmentandose constantemente hasta que el campo visual se convierte en un cuadrado negro. Según la explicación de su creador: "Este método se lleva a cabo en distintos niveles: la variación puede operar tanto en las líneas (multiplicación, repetición, sustracción, expansión, difuminación, corte, ensanchamiento, cambio de color, etc.) como en los espacios entre líneas (sombreado, vacío, segmentado, coloreado, rellenado); así, poco a poco la variación va interviniendo en la estructura misma tanto multiplicándola e invirtiéndola, como dividiéndola, en series secuenciales de variaciones o en fragmentos que aproximan la mirada a los detalles de la alteración. Cada pieza es, en efecto, la respuesta a la pregunta: “¿Qué pasa si…?” La serie reproduce, en el universo controlado de la geometría, el proceso de diseño que la naturaleza despliega en la formación del mundo, con sus variaciones incesantes, sus apogeos —algunos de gran belleza— y sus ensayos fallidos, como una alegoría de la libertad creativa ceñida dentro de una limitación estructural".
Para quienes disfrutamos de las derivaciones estéticas de los procesos creativos, visitar esta muestra resultará indispensable.
Lorenzo Rocha
jueves, 29 de enero de 2015
jueves, 22 de enero de 2015
MONUMENTOS
Recientemente causó una ola de críticas y burlas la escultura monumental de 60 metros de altura que representa a un guerrero Chimalli, obra del escultor Sebastián, que fué inaugurada en Chimalhuacán. Uno de los más sólidos argumentos contra la escultura es que el gobierno del Estado de México gastó 30 millones de pesos para construirla, en una zona de la ciudad donde abunda la pobreza. El gobierno mexicano es uno de los más propensos en el mundo a erigir monumentos. En la ciudad de México existen monumentos para todo tipo de caprichos y excentricidades. Además de la infinidad de estatuas a los héroes nacionales y a personajes importantes a nivel internacional, también se han rendido homenajes permanentes a políticos desconocidos en nuestro país, cuyos méritos son incluso irrelevantes para la historia de México, como Josip Broz Tito, el cuadillo de la extinta Yugoslavia, o el célebre presidente checoeslovaco Thomas Masaryk, cuya estatua fue un regalo del gobierno de su país al nuestro, siendo ésta la única razón por la que existe una avenida con su nombre.
¿El gusto del político mexicano por el monumento será una herencia del totalitarismo priísta? ¿Nuestra sociedad necesitará aun de recordatorios en bronce de personajes y hechos que quizá preferiría olvidar?
En el Oriente de nuestra ciudad, en la colonia Solidaridad Nacional, existe un monumento tan abstracto como absurdo, es una escultura gigante que celebra al drenaje profundo, nunca fue terminada y ha quedado olvidada a la mitad del patio de una escuela. Pero eso no es todo, en la salida a la autopista a Cuernavaca hay un enorme monumento al caminero, es decir al constructor de caminos, que celebra su día el 17 de octubre de cada año. Por si fuera poco, en 2008 se colocó en Insugentes sur, poco antes de llegar a Tlalpan, una escultura de un perro famélico llamado "Peluso" que representa a un can maltratado. Aunque parezca broma, en México hay un monumento al perro callejero.
Probablemente nuestra clase gobernante y una buena parte de la ciudadanía no se percatado aun de que la construcción indiscriminada de monumentos, lejos de ser una herramienta útil para la propaganda de valores y hechos históricos, hoy en día es contraproducente para quien los construye. La degradación del monumento como instrumento de comunicación social, es un fenómeno que no solamente se verifica en nuestro país. En casi todo el mundo las esculturas en el espacio público, generan molestias y rápidamente adquieren motes ridículos, que nulifican el potencial real de su efecto simbólico. Parece que no olvidamos que el Siglo XIX terminó hace ya 115 años.
Lorenzo Rocha
¿El gusto del político mexicano por el monumento será una herencia del totalitarismo priísta? ¿Nuestra sociedad necesitará aun de recordatorios en bronce de personajes y hechos que quizá preferiría olvidar?
En el Oriente de nuestra ciudad, en la colonia Solidaridad Nacional, existe un monumento tan abstracto como absurdo, es una escultura gigante que celebra al drenaje profundo, nunca fue terminada y ha quedado olvidada a la mitad del patio de una escuela. Pero eso no es todo, en la salida a la autopista a Cuernavaca hay un enorme monumento al caminero, es decir al constructor de caminos, que celebra su día el 17 de octubre de cada año. Por si fuera poco, en 2008 se colocó en Insugentes sur, poco antes de llegar a Tlalpan, una escultura de un perro famélico llamado "Peluso" que representa a un can maltratado. Aunque parezca broma, en México hay un monumento al perro callejero.
Probablemente nuestra clase gobernante y una buena parte de la ciudadanía no se percatado aun de que la construcción indiscriminada de monumentos, lejos de ser una herramienta útil para la propaganda de valores y hechos históricos, hoy en día es contraproducente para quien los construye. La degradación del monumento como instrumento de comunicación social, es un fenómeno que no solamente se verifica en nuestro país. En casi todo el mundo las esculturas en el espacio público, generan molestias y rápidamente adquieren motes ridículos, que nulifican el potencial real de su efecto simbólico. Parece que no olvidamos que el Siglo XIX terminó hace ya 115 años.
Lorenzo Rocha
lunes, 19 de enero de 2015
EL VALOR DE LO PRECARIO
(Texto publicado en la revista en linea Periscopio #06, observatorio del Centro Histórico: www.periscopio.com.mx)
Los artistas contemporáneos han destacado como un colectivo o grupo humano acostumbrado a aprovechar diversos tipos de espacios para su trabajo, casi siempre en condiciones precarias y en muchas ocasiones mediante el uso readaptativo de inmuebles industriales. Provisionalmente podríamos asociar a la precariedad con el bajo presupuesto para readaptar el espacio, aunque más adelante podremos encontrar raíces más profundas dentro de las prácticas de apropiación del espacio.
Los artistas contemporáneos han destacado como un colectivo o grupo humano acostumbrado a aprovechar diversos tipos de espacios para su trabajo, casi siempre en condiciones precarias y en muchas ocasiones mediante el uso readaptativo de inmuebles industriales. Provisionalmente podríamos asociar a la precariedad con el bajo presupuesto para readaptar el espacio, aunque más adelante podremos encontrar raíces más profundas dentro de las prácticas de apropiación del espacio.
Indudablemente, el
espacio de trabajo influye y en ocasiones condiciona las obras producidas en
éste. En el caso de algunos artistas el propio espacio se va transformando en
sí mismo en una obra de arte, como el célebre estudio del pintor Joaquín
Clausell, en el centro histórico de la ciudad de México.
A unas cuantas calles de
la antigua casa de los Condes de Santiago de Calimaya (hoy Museo de la ciudad
de México), dentro de la cual se encuentra el famoso “Clauselito”, se instaló
hace tres años la Oficina de Arte, un pequeño complejo de estudios que alberga
a artistas de distintas procedencias. El espacio de la oficina está en el
cuarto piso de un edificio en la calle de Correo Mayor, que originalmente fue
construido para almacenar artículos de papelería. Cuando comenzó el proyecto de
la oficina, el almacén llevaba ocho años vacío, ya que en la zona había
disminudo notablemente la actividad de los comerciantes mayoristas, debido a su
difícil acceso. El criterio para la adaptación del espacio fue intervenirlo
colocando muros divisorios y cristaleras nuevas, para dar lugar a once
estudios, un espacio común de galería y un amplio vestíbulo para reuniones. La
oficina también cuenta con pequeño apartamento en la planta superior, que se
utiliza para alojar temporalmente a los aristas extranjeros que lo requieren.
Dentro del proyecto no se consideró necesario borrar las huellas de su antiguo
uso, por lo que prevalecen toda clase de marcas de viejos muros, lámparas que
no existen más, marcas de balonazos en algunas áreas donde se jugaba al futbol
y los inevitables mensajes obscenos rayados sobre las paredes y columnas. La
arquitectura hecha de “estratos temporales” con la que se inauguró la oficina,
ha continuado acumulando algunos ratsros de la actividad de sus nuevos
inquilinos: los 64 artistas que han trabajado en ella durante los últimos 36
meses también han dejado sus propias huellas. Hasta ahora el proyecto ha
servido como un adecuado albergue para sus ocupantes y con ello ha iniciado un
modo de hacer promoción a la arquitectura que valora las cualidades físicas del
contexto sin importar su precariedad.
Actualmente trabajan 20
artistas en Oficina de Arte, todos ellos ingresaron al programa mediante un proceso
de selección y han aprovechado el espacio, cada uno a su modo y según sus
necesidades. Tom Chamberlain, quien radica parcialmente en Londres y en la
ciudad de México, ha utilizado el espacio del estudio A como base para su itinerancia.
En el estudio B trabaja Francisco Muñoz, quien desarrolla un proyecto de pintura,
que relaciona a la historia de la cultura con el momento actual. El colectivo
País Arid ocupa el estudio C como sede de sus actividades como Archipiélago
Rizomático de Islas Discordantes. El grupo se compone de seis artistas quienes
también desarrollan sus proyectos personales, ellos son: Anahí Galaviz, Daniel
Benitez, Elena Garduño, Juan Bollás, Rodrigo Prián y Rocío Vieyra. Andrés
Castaño realiza en el estudio D, su proyecto pictórico llamado “En diferido”,
que consiste en copiar a mano fragmentos de las pinturas renacentistas
expuestas en el Museo de Orsay, extrayendo las imágenes de distintas fuentes
impresas como revistas y catálogos, en el mismo estudio trabajan parcialmente Iacopo
Seri, Marcela Varela y Salvador Sarmiento, quienes se dedican principalmente al
dibujo y al performance. Cannon Bernáldez ha transformado el estudio E en su
laboratorio permanente de fotografía analógica y digital, en él produce
collages, joyería e imparte talleres de fotografía estenopéica, además de
seguir el desarrollo de su labor fotográfica personal. En el estudio F trabaja
Jessica Pérez, quien realiza intervenciones efímeras sobre los muros, suelo y
plafón de su espacio, las cuales documenta mediante fotografías y desmonta de
modo cíclico y constante. Raúl Ortega ocupa el estudio G, donde se dedica a las
investigaciones antropológicas con medios estéticos, principalmente la
fotografía. Jorge Matsumoto ha utilizado el estudio H como espacio de exposición
de sus obras, que giran en torno a reflexiones sobre las matemáticas y las
proporciones armónicas, en este estudio se encuentra también la sede de OUT
(Oficina de transformación urbana) espacio donde trabaja el arquitecto Lorenzo
Rocha, creador del proyecto. En el estudio I trabajaron brevemente Nerea de
Diego, Winnie Herbstein y Scott Caruth, quienes visitaron la cuidad de México para
utilizarla como fuente documental para sus proyectos multimediales. En el
estudio J realiza su trabajo Alina Sánchez, el cual consiste en una serie de apuntes
sobre lo volátil y su representación en fotografías que evocan paisajes sonoros.
Por último, Mark Joshua Epstein ocupa el estudio K, donde ha estado realizando
algunos bocetos para la creación de murales y piezas que producirá como objetos
textiles de inspiración en técnicas indígenas de tejido.
¿Podríamos decir que el
trabajo de los artistas residentes en Oficina de Arte es específico de este
sitio? ¿Hasta qué punto el espacio de la oficina ha influido en la producción
de sus ocupantes? Comenzando por el aspecto más pragmático, es indudable que el
proyecto de la oficina ha servido como proveedor de espacios adecuados para el
trabajo de los artistas residentes, quienes han podido desarrollar su actividad
de manera más holgada desde su ingreso al programa. También podríamos especular
acerca del estímulo que el espacio, el barrio y las actividades de los demás
artistas ha ejercido sobre el trabajo particular de cada uno de los ocupantes,
pero nos limitaremos a observar las consecuencias futuras que esta experiencia
tendrá en el desarrollo personal de cada uno de ellos. La arquitectura precaria
implementada en el espacio de la oficina ha puesto las condiciones para la
producción del arte de este reducido grupo y sus repercusiones serán
seguramente tan variadas como los intereses y circunstancias personales de cada
uno de ellos.
Lorenzo Rocha
jueves, 15 de enero de 2015
LA FUNCIÓN DEL ARQUITECTO
Hoy en día es el momento en que más arquitectos ha habido desde el inicio de la profesión como grado universitario superior. Paradójicamente, también nuestro tiempo es el que menos trabajo ha generado para dichos profesionistas. En las ciudades modernas solo intervienen arquitectos en porcentajes tan bajos como el 10% de los proyectos que se construyen.
¿A qué se debe esta profunda crisis en nuestra profesión? ¿Es válido afirmar que el problema radica en que el control de la industria de la construcción está en manos de los administradores de empresas? Desde hace años los teóricos y críticos de la arquitectura, se hacen preguntas similares y han generado textos enteros donde intentan responder estos y otros cuestionamientos. Recientemente algunos autores como Charles Jencks, Robert Venturi y Hans Ibelings han afirmado que el modernismo ha sido superado y que existen nuevos paradigmas para nuestra profesión, que no se enseñan en las escuelas, ni se discuten lo suficiente en los ámbitos académicos, ni en los medios de comunicación. Otro autor que defiende la abstracción y sofisticación de la arquitectura culta es Aaron Betsky, quien debatió hace poco tiempo sobre el tema particular en el prestigioso diario estadunidense The New York Times, con los arquitectos Bingler y Pedersen, quienes abogan por una arquitectura más ligada al ser humano, en términos simplistas. Betsky sostiene que la arquitectura innovadora y los diseños complejos y sofisticados solo pueden apreciarse con la educación y los medios necesarios para contratar a un arquitecto, una visión elitista de la que ciertamente difiero.
Mi opinión es que el terreno profesional que hemos cedido los arquitectos a todas las demás personas que ejercen nuestra profesión sin haberla estudiado, no es un patrimonio que nos ha sido robado, sino que lo hemos perdido por falta de sensibilidad a las necesidades cambiantes de los disitintos medios sociales a los que cada uno pertenecemos. En México el proyecto arquitectónico no tiene ningún valor para el cliente, porque existen infinidad de empresas constructoras que lo incluyen en el presupuesto de construcción de modo gratuito. Los únicos arquitectos que tienen trabajo como proyectistas en nuestro país son aquellos que han tenido la suficiente inteligencia y capacidad para transmitir a los clientes el valor que el proyecto agrega a su patrimonio inmobiliario. Uno de los fundamentos de dicho valor agregado es de carácter simbólico, la simple firma que asocia el nombre de un arquitecto famoso al proyecto en cuestión. Pero también hay otras ventajas tangibles que hacen atractiva la contratación de un arquitecto, principalmente su capacidad de racionalizar los recursos disponibles y hacer que el costo de la construcción se optimice, hasta alcanzar el nivel más conveniente para el propietario.
Lorenzo Rocha
¿A qué se debe esta profunda crisis en nuestra profesión? ¿Es válido afirmar que el problema radica en que el control de la industria de la construcción está en manos de los administradores de empresas? Desde hace años los teóricos y críticos de la arquitectura, se hacen preguntas similares y han generado textos enteros donde intentan responder estos y otros cuestionamientos. Recientemente algunos autores como Charles Jencks, Robert Venturi y Hans Ibelings han afirmado que el modernismo ha sido superado y que existen nuevos paradigmas para nuestra profesión, que no se enseñan en las escuelas, ni se discuten lo suficiente en los ámbitos académicos, ni en los medios de comunicación. Otro autor que defiende la abstracción y sofisticación de la arquitectura culta es Aaron Betsky, quien debatió hace poco tiempo sobre el tema particular en el prestigioso diario estadunidense The New York Times, con los arquitectos Bingler y Pedersen, quienes abogan por una arquitectura más ligada al ser humano, en términos simplistas. Betsky sostiene que la arquitectura innovadora y los diseños complejos y sofisticados solo pueden apreciarse con la educación y los medios necesarios para contratar a un arquitecto, una visión elitista de la que ciertamente difiero.
Mi opinión es que el terreno profesional que hemos cedido los arquitectos a todas las demás personas que ejercen nuestra profesión sin haberla estudiado, no es un patrimonio que nos ha sido robado, sino que lo hemos perdido por falta de sensibilidad a las necesidades cambiantes de los disitintos medios sociales a los que cada uno pertenecemos. En México el proyecto arquitectónico no tiene ningún valor para el cliente, porque existen infinidad de empresas constructoras que lo incluyen en el presupuesto de construcción de modo gratuito. Los únicos arquitectos que tienen trabajo como proyectistas en nuestro país son aquellos que han tenido la suficiente inteligencia y capacidad para transmitir a los clientes el valor que el proyecto agrega a su patrimonio inmobiliario. Uno de los fundamentos de dicho valor agregado es de carácter simbólico, la simple firma que asocia el nombre de un arquitecto famoso al proyecto en cuestión. Pero también hay otras ventajas tangibles que hacen atractiva la contratación de un arquitecto, principalmente su capacidad de racionalizar los recursos disponibles y hacer que el costo de la construcción se optimice, hasta alcanzar el nivel más conveniente para el propietario.
Lorenzo Rocha
jueves, 8 de enero de 2015
LIBRERÍAS
La sistemática desaparición de librerías en México, es un fenómeno que no es exclusivo de nuestro país ni de nuestra ciudad, es una calamidad a escala mundial. Con la notable disminución de demanda de libros impresos y la sobreoferta de títulos, ahora accesible universalmente gracias al Internet, el espacio arquitectónico de la librerías ha sufrido las consecuencias del giro comercial de la industria editorial. Las librerías son espacios públicos donde suceden intercambios sociales que van mucho más allá de la compraventa del producto ofrecido, en las librerías hay conversaciones, discusiones, encuentros inesperados e infinidad de historias humanas. Las bibliotecas públicas no han sido igualmente afectadas por esta crisis comercial, precismente porque su fin no es lucrativo, pero su futuro también es incierto.
Mis lamentos son hasta cierto punto ambivalentes, ya que soy un entusiasta de los libros electrónicos y de la revolución del acceso al conocimiento que ha provocado el ingente tráfico de información mediante las redes informáticas. Es de celebrarse que hoy en día se pueda leer a Heidegger, Paz o Foucault descargando sus obras directamente de la infinidad de bibliotecas virtuales y redes estudiantiles, sin necesidad de ir a buscar físicamente y tener que comprar los libros. Pero me provoca igual tristeza tener que prescindir de las visitas a librerías como el Parnaso, donde podía pasar horas hojeando libros y platicando con amigos, sin saber qué buscaba exactamente, y encontrando cosas totalmente distintas a las que los libreros ofrecían.
Afortunadamente las librerías están aun lejos de la total extinción, sobre todo en el Centro histórico de la ciudad de México. En particular la calle Donceles aun conserva importantes casas como Porrúa, Educal y Madero (aunque se tuvo que mudar a la calle Isabel La Católica), que están lejos de desaparecer, tanto en el mercado del libro nuevo como en el de segunda mano. También otras cadenas de librerías como Gandhi, el Sotano o el Péndulo, han conseguido sortear las dificultades comerciales de sus locales y sobreviven en muchas partes de la ciudad del país entero, incuso dentro de los centros comerciales de más reciente construcción.
Para mí, al igual que para muchas personas más, entrar en una librería constituye un momento de distracción y sosiego único e insustituible. No importa dónde se encuentre, la librería será sempre una extensión de la calle y un lugar donde se concentra el conocimiento y se acumulan experiencias que son siempre reconfortantes.
Lorenzo Rocha
Mis lamentos son hasta cierto punto ambivalentes, ya que soy un entusiasta de los libros electrónicos y de la revolución del acceso al conocimiento que ha provocado el ingente tráfico de información mediante las redes informáticas. Es de celebrarse que hoy en día se pueda leer a Heidegger, Paz o Foucault descargando sus obras directamente de la infinidad de bibliotecas virtuales y redes estudiantiles, sin necesidad de ir a buscar físicamente y tener que comprar los libros. Pero me provoca igual tristeza tener que prescindir de las visitas a librerías como el Parnaso, donde podía pasar horas hojeando libros y platicando con amigos, sin saber qué buscaba exactamente, y encontrando cosas totalmente distintas a las que los libreros ofrecían.
Afortunadamente las librerías están aun lejos de la total extinción, sobre todo en el Centro histórico de la ciudad de México. En particular la calle Donceles aun conserva importantes casas como Porrúa, Educal y Madero (aunque se tuvo que mudar a la calle Isabel La Católica), que están lejos de desaparecer, tanto en el mercado del libro nuevo como en el de segunda mano. También otras cadenas de librerías como Gandhi, el Sotano o el Péndulo, han conseguido sortear las dificultades comerciales de sus locales y sobreviven en muchas partes de la ciudad del país entero, incuso dentro de los centros comerciales de más reciente construcción.
Para mí, al igual que para muchas personas más, entrar en una librería constituye un momento de distracción y sosiego único e insustituible. No importa dónde se encuentre, la librería será sempre una extensión de la calle y un lugar donde se concentra el conocimiento y se acumulan experiencias que son siempre reconfortantes.
Lorenzo Rocha
jueves, 1 de enero de 2015
(IN) VISIBILIDAD
La primera vez que intenté visitar la Capilla de las Capuchinas de Luis Barragán, pasé de largo de la fachada y tardé más de una hora, incluida una visita a otra capilla distinta (de la misma orden religiosa), para encontrar el camino hasta el lugar correcto. Puedo decir sin ninguna duda que esta obra del arquitecto tapatío, terminada en 1960, es la qué mayor impresión me ha causado. En parte lo atribuyo a que se encuentra escondida dentro de su contexto inmediato, el centro del antiguo pueblo de Tlalpan. En este caso la sorpresa es un elemento importante para acrecentar el goce estético de la obra arquitectónica, un factor que otros arquitectos han utilizado con éxito en sus creaciones.
También existen obras cuya fortaleza radica en su forma exterior, ya que su presencia en el contexto urbano o natural les confiere una carga simbólica que se percibe desde lejos y que más tarde se confirma o desmiente cuando penetramos en su interior. Como ejemplo, citaré una obra del arquitecto francés Jean Nouvel, se trata de la sede de la Fundación Cartier, construida en París en 1994. El edificio establece una relación compleja e interesante con el Boulevard Raspail, a través de planos de cristal suspendidos entre los enormes fresnos y cedros que componen el jardín que lo separa de la bulliciosa avenida. En este caso el arquitecto explora la transparencia e inmaterialidad de un edificio dedicado al arte contemporáneo. Su exploración conceptual confiere a la obra de un alto valor estético, que se expresa sin reservas hacia el exterior.
Con dichas experiencias confirmo que la calidad arquitectónica no depende de la visibilidad ni de la mímesis de las construcciones. Estas visitas y muchas otras más también han servido para reafirmar mi postura a favor de la experiencia total y corporal del espacio arquitectonico. Jamás podría convencerme y expresar una opinión acerca de una obra que no he visitado personalmente, ya que si solamente hubiera visto fotografías y planos de la obra criticada, mis criterios serían solo visuales y mi postura sería puramente intelectual, al estar fundamentada exclusivamente en información, excluyendo la experiencia del espacio.
¿Dónde buscaría ahora la calidad arquitectónica? Ciertamente evitaría dejarme influir por la publicidad que promueve la arquitectura monumental, como los grandes aeropuertos y rascacielos de las ciudades como Nueva York y Londres. La calidad estética de la arquitectura radica principalmente en la complejidad y la interacción entre los sentidos y los espacios construidos, en la multiplicidad de niveles de comunicación y experiencia que la obra establece con el espectador.
Lorenzo Rocha
También existen obras cuya fortaleza radica en su forma exterior, ya que su presencia en el contexto urbano o natural les confiere una carga simbólica que se percibe desde lejos y que más tarde se confirma o desmiente cuando penetramos en su interior. Como ejemplo, citaré una obra del arquitecto francés Jean Nouvel, se trata de la sede de la Fundación Cartier, construida en París en 1994. El edificio establece una relación compleja e interesante con el Boulevard Raspail, a través de planos de cristal suspendidos entre los enormes fresnos y cedros que componen el jardín que lo separa de la bulliciosa avenida. En este caso el arquitecto explora la transparencia e inmaterialidad de un edificio dedicado al arte contemporáneo. Su exploración conceptual confiere a la obra de un alto valor estético, que se expresa sin reservas hacia el exterior.
Con dichas experiencias confirmo que la calidad arquitectónica no depende de la visibilidad ni de la mímesis de las construcciones. Estas visitas y muchas otras más también han servido para reafirmar mi postura a favor de la experiencia total y corporal del espacio arquitectonico. Jamás podría convencerme y expresar una opinión acerca de una obra que no he visitado personalmente, ya que si solamente hubiera visto fotografías y planos de la obra criticada, mis criterios serían solo visuales y mi postura sería puramente intelectual, al estar fundamentada exclusivamente en información, excluyendo la experiencia del espacio.
¿Dónde buscaría ahora la calidad arquitectónica? Ciertamente evitaría dejarme influir por la publicidad que promueve la arquitectura monumental, como los grandes aeropuertos y rascacielos de las ciudades como Nueva York y Londres. La calidad estética de la arquitectura radica principalmente en la complejidad y la interacción entre los sentidos y los espacios construidos, en la multiplicidad de niveles de comunicación y experiencia que la obra establece con el espectador.
Lorenzo Rocha
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