lunes, 19 de enero de 2015

EL VALOR DE LO PRECARIO

(Texto publicado en la revista en linea Periscopio #06, observatorio del Centro Histórico: www.periscopio.com.mx)

Los artistas contemporáneos han destacado como un colectivo o grupo humano acostumbrado a aprovechar diversos tipos de espacios para su trabajo, casi siempre en condiciones precarias y en muchas ocasiones mediante el uso readaptativo de inmuebles industriales. Provisionalmente podríamos asociar a la precariedad con el bajo presupuesto para readaptar el espacio, aunque más adelante podremos encontrar raíces más profundas dentro de las prácticas de apropiación del espacio.
Indudablemente, el espacio de trabajo influye y en ocasiones condiciona las obras producidas en éste. En el caso de algunos artistas el propio espacio se va transformando en sí mismo en una obra de arte, como el célebre estudio del pintor Joaquín Clausell, en el centro histórico de la ciudad de México.
A unas cuantas calles de la antigua casa de los Condes de Santiago de Calimaya (hoy Museo de la ciudad de México), dentro de la cual se encuentra el famoso “Clauselito”, se instaló hace tres años la Oficina de Arte, un pequeño complejo de estudios que alberga a artistas de distintas procedencias. El espacio de la oficina está en el cuarto piso de un edificio en la calle de Correo Mayor, que originalmente fue construido para almacenar artículos de papelería. Cuando comenzó el proyecto de la oficina, el almacén llevaba ocho años vacío, ya que en la zona había disminudo notablemente la actividad de los comerciantes mayoristas, debido a su difícil acceso. El criterio para la adaptación del espacio fue intervenirlo colocando muros divisorios y cristaleras nuevas, para dar lugar a once estudios, un espacio común de galería y un amplio vestíbulo para reuniones. La oficina también cuenta con pequeño apartamento en la planta superior, que se utiliza para alojar temporalmente a los aristas extranjeros que lo requieren. Dentro del proyecto no se consideró necesario borrar las huellas de su antiguo uso, por lo que prevalecen toda clase de marcas de viejos muros, lámparas que no existen más, marcas de balonazos en algunas áreas donde se jugaba al futbol y los inevitables mensajes obscenos rayados sobre las paredes y columnas. La arquitectura hecha de “estratos temporales” con la que se inauguró la oficina, ha continuado acumulando algunos ratsros de la actividad de sus nuevos inquilinos: los 64 artistas que han trabajado en ella durante los últimos 36 meses también han dejado sus propias huellas. Hasta ahora el proyecto ha servido como un adecuado albergue para sus ocupantes y con ello ha iniciado un modo de hacer promoción a la arquitectura que valora las cualidades físicas del contexto sin importar su precariedad.
Actualmente trabajan 20 artistas en Oficina de Arte, todos ellos ingresaron al programa mediante un proceso de selección y han aprovechado el espacio, cada uno a su modo y según sus necesidades. Tom Chamberlain, quien radica parcialmente en Londres y en la ciudad de México, ha utilizado el espacio del estudio A como base para su itinerancia. En el estudio B trabaja Francisco Muñoz, quien desarrolla un proyecto de pintura, que relaciona a la historia de la cultura con el momento actual. El colectivo País Arid ocupa el estudio C como sede de sus actividades como Archipiélago Rizomático de Islas Discordantes. El grupo se compone de seis artistas quienes también desarrollan sus proyectos personales, ellos son: Anahí Galaviz, Daniel Benitez, Elena Garduño, Juan Bollás, Rodrigo Prián y Rocío Vieyra. Andrés Castaño realiza en el estudio D, su proyecto pictórico llamado “En diferido”, que consiste en copiar a mano fragmentos de las pinturas renacentistas expuestas en el Museo de Orsay, extrayendo las imágenes de distintas fuentes impresas como revistas y catálogos, en el mismo estudio trabajan parcialmente Iacopo Seri, Marcela Varela y Salvador Sarmiento, quienes se dedican principalmente al dibujo y al performance. Cannon Bernáldez ha transformado el estudio E en su laboratorio permanente de fotografía analógica y digital, en él produce collages, joyería e imparte talleres de fotografía estenopéica, además de seguir el desarrollo de su labor fotográfica personal. En el estudio F trabaja Jessica Pérez, quien realiza intervenciones efímeras sobre los muros, suelo y plafón de su espacio, las cuales documenta mediante fotografías y desmonta de modo cíclico y constante. Raúl Ortega ocupa el estudio G, donde se dedica a las investigaciones antropológicas con medios estéticos, principalmente la fotografía. Jorge Matsumoto ha utilizado el estudio H como espacio de exposición de sus obras, que giran en torno a reflexiones sobre las matemáticas y las proporciones armónicas, en este estudio se encuentra también la sede de OUT (Oficina de transformación urbana) espacio donde trabaja el arquitecto Lorenzo Rocha, creador del proyecto. En el estudio I trabajaron brevemente Nerea de Diego, Winnie Herbstein y Scott Caruth, quienes visitaron la cuidad de México para utilizarla como fuente documental para sus proyectos multimediales. En el estudio J realiza su trabajo Alina Sánchez, el cual consiste en una serie de apuntes sobre lo volátil y su representación en fotografías que evocan paisajes sonoros. Por último, Mark Joshua Epstein ocupa el estudio K, donde ha estado realizando algunos bocetos para la creación de murales y piezas que producirá como objetos textiles de inspiración en técnicas indígenas de tejido.
¿Podríamos decir que el trabajo de los artistas residentes en Oficina de Arte es específico de este sitio? ¿Hasta qué punto el espacio de la oficina ha influido en la producción de sus ocupantes? Comenzando por el aspecto más pragmático, es indudable que el proyecto de la oficina ha servido como proveedor de espacios adecuados para el trabajo de los artistas residentes, quienes han podido desarrollar su actividad de manera más holgada desde su ingreso al programa. También podríamos especular acerca del estímulo que el espacio, el barrio y las actividades de los demás artistas ha ejercido sobre el trabajo particular de cada uno de los ocupantes, pero nos limitaremos a observar las consecuencias futuras que esta experiencia tendrá en el desarrollo personal de cada uno de ellos. La arquitectura precaria implementada en el espacio de la oficina ha puesto las condiciones para la producción del arte de este reducido grupo y sus repercusiones serán seguramente tan variadas como los intereses y circunstancias personales de cada uno de ellos.
Lorenzo Rocha

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