jueves, 1 de enero de 2015

(IN) VISIBILIDAD

La primera vez que intenté visitar la Capilla de las Capuchinas de Luis Barragán, pasé de largo de la fachada y tardé más de una hora, incluida una visita a otra capilla distinta (de la misma orden religiosa), para encontrar el camino hasta el lugar correcto. Puedo decir sin ninguna duda que esta obra del arquitecto tapatío, terminada en 1960, es la qué mayor impresión me ha causado. En parte lo atribuyo a que se encuentra escondida dentro de su contexto inmediato, el centro del antiguo pueblo de Tlalpan. En este caso la sorpresa es un elemento importante para acrecentar el goce estético de la obra arquitectónica, un factor que otros arquitectos han utilizado con éxito en sus creaciones.

También existen obras cuya fortaleza radica en su forma exterior, ya que su presencia en el contexto urbano o natural les confiere una carga simbólica que se percibe desde lejos y que más tarde se confirma o desmiente cuando penetramos en su interior. Como ejemplo, citaré una obra del arquitecto francés Jean Nouvel, se trata de la sede de la Fundación Cartier, construida en París en 1994. El edificio establece una relación compleja e interesante con el Boulevard Raspail, a través de planos de cristal suspendidos entre los enormes fresnos y cedros que componen el jardín que lo separa de la bulliciosa avenida. En este caso el arquitecto explora la transparencia e inmaterialidad de un edificio dedicado al arte contemporáneo. Su exploración conceptual confiere a la obra de un alto valor estético, que se expresa sin reservas hacia el exterior.

Con dichas experiencias confirmo que la calidad arquitectónica no depende de la visibilidad ni de la mímesis de las construcciones. Estas visitas y muchas otras más también han servido para reafirmar mi postura a favor de la experiencia total y corporal del espacio arquitectonico. Jamás podría convencerme y expresar una opinión acerca de una obra que no he visitado personalmente, ya que si solamente hubiera visto fotografías y planos de la obra criticada, mis criterios serían solo visuales y mi postura sería puramente intelectual, al estar fundamentada exclusivamente en información, excluyendo la experiencia del espacio.

¿Dónde buscaría ahora la calidad arquitectónica? Ciertamente evitaría dejarme influir por la publicidad que promueve la arquitectura monumental, como los grandes aeropuertos y rascacielos de las ciudades como Nueva York y Londres. La calidad estética de la arquitectura radica principalmente en la complejidad y la interacción entre los sentidos y los espacios construidos, en la multiplicidad de niveles de comunicación y experiencia que la obra establece con el espectador.

Lorenzo Rocha

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