viernes, 27 de noviembre de 2015

CREACIÓN DEL LUGAR (fragmentos)

En la Plaza del Seminario, espacio urbano que resultó de la demolición durante los años treinta del antiguo Seminario Conciliar de San Pablo, comenzaron hace más de cien años, las excavaciones arqueológicas encaminadas al descubrimiento de los vestigios del Huey Teocalli o Templo Mayor de Tenochtitlán. Dichas excavaciones fueron dirigidas por el arqueólogo Manuel Gamio, quien en 1913 ordenó y supervisó la demolición de la mitad de la antigua casa del Mayorazgo Nava Chávez que se encontraba en la esquina de las calles de Santa Teresa y Relox, que ahora llevan respectivamente el nombre de República de Guatemala y República de Argentina, construcción mejor conocida como la Casa de las Ajaracas, por los patrones estilo mudéjar presentes en su fachada. En su lugar aún prevalece un vacío muy manifiesto, que se ha intentado llenar sin éxito con proyectos nuevos en tres ocasiones. El primero de ellos, que se planeaba como la residencia del Gobierno de Ciudad, fue diseñado por el arquitecto Javier Sánchez, ganador en 1999 de un concurso público que nunca llegó a construirse. La segunda ocasión fue en 2006, se convocó a otro concurso, esta vez para el Centro de Artes Indígenas, el cual fue ganado por el arquitecto Enrique Norten y tampoco fue realizado. El tercer intento, fue la propuesta para construir la Casa Tlaltecuhtli (por la pieza monolítica que representa a la deidad del mismo nombre, que fue descubierta en el sitio), el proyecto fue encargado al arquitecto Francisco Serrano, fue anunciado y publicado en 2011, pero no ha habido ningun desarrollo ni información relevante posterior al anuncio. La parte que no fue demolida, fue recientemente restaurada y abierta al público como Museo Archivo de la Fotografía. 
También frente a la plaza Gamio, durante los años ochenta del Siglo XX, fueron demolidas otras trece construcciones de distintas épocas, para dar paso a la excavación del sitio, dirigida por el arqueólogo Eduardo Matos y a la construcción del Museo del Templo Mayor. El edificio para el Museo del Templo Mayor, que fue diseñado por los arquitectos Pedro Ramírez Vázquez y Manuel Campuzano, es el único ejemplo de arquitectura moderna en el contexto de la plaza Gamio. En los alrededores inmediatos de la casa de Seminario 18, sede de la fundación Herdez, hemos visto la aplicación de distintos criterios de conservación de la arquitectura histórica, de los cuales ha predominado la exploración arqueológica que busca rescatar nuestro pasado más remoto: la Cultura Mexica. Como expondremos más adelante, hoy en día existen múltiples criterios para la conservación del patrimonio artístico inmueble. (...) La conservación del patrimonio artísitco inmueble en la ciudad de México es cada vez más problemática. En primer lugar debido a que los inmuebles con valor artístico se encuentran casi siempre en los sitios con la mejor ubicación. Comenzando por el Centro histórico y las colonias que lo circundan, los edificios considerados como patrimonio cultural, se extienden por el Paseo de la Reforma hasta la colonia Juárez, zonas con las mejores condiciones de localización en la ciudad. Dada la importancia de la ubicación dentro de cualquier criterio de valoración inmobiliaria, los inmuebles patrimoniales son especialmente vulnerables a la presión ejercida por el mercado de bienes raíces y las políticas desarrollo urbano. En segundo lugar, en México tenemos códigos y leyes que protegen a los edificios históricos, pero su aplicación es notablemente sesgada. Muchos de los términos utilizados en la redacción de las leyes de desarrollo urbano, son demasiado ambiguos para permitir su correcta interpretación y cumplimiento. Con las actuales leyes y procesos administrativos, es muy probable que sigamos perdiendo diariamente, verdaderas joyas de la arquitectura antigua, ya sea por demoliciones indebidas, construcciones agresivas o por simple abandono y negligencia. Con la situación legal prevaleciente, nuestra ciudad seguirá renunciando a la arquitectura contextual y también al potencial que tiene la arquitectura contemporánea, cuando se enfoca a la integración creativa entre lo antiguo y lo moderno. Es probable que la mejor, o quizá la única manera de conseguir salvaguardar el patrimonio artístico inmueble es que las instituciones culturales, públicas o privadas, se instalen en casas o edificios con valor artístico y se hagan cargo de restaurarlos y mantenerlos con vida. 
La conservación del patrimonio artístico inmueble se norma por los criterios que cada cuerpo colegiado facultado para decidir sobre las intervenciones decida adoptar. Dichos criterios pueden ser muy diversos entre sí, pero cada uno de los colegios profesionales es responsable de fundamentar su criterio de actuación del modo más sólido y objetivo posible. Todos los criterios deben estar claramente expuestos y articulados, además las intervenciones deben documentarse escrupulosamente, dado que, aunque los argumentos que se utilicen sean sólidos, siempre deberán ser debatibles. Hemos visto que los criterios de conservación desde el Siglo XIX hasta nuestros días han cambiado según las ideas de las diferentes épocas, de acuerdo con la evolución de la arqueología y de la valoración histórica del arte y la arquitectura, por ello cualquier intervención debe siempre ser susceptible de ser revisada y en su caso debe ser reversible. La historia de la arquitectura ha simplificado hasta cierto punto el fenómeno de la construcción a lo largo del tiempo, que es sumamente complejo. Por cuestiones metodológicas, la clasificación general de las edificaciones se ha debido reducir a períodos temporales demasiado amplios. En México, en general estas etapas de desarrollo se han dividido en tres partes: La Época prehispánica (la civilización mesoamericana desde su aparición hasta 1492), la Colonia española (de 1492 a 1810) y la Época moderna que abarca desde el Siglo XIX hasta nuestros días. Sin embargo, esta visión reduce fenómenos culturales con múltiples capas superpuestas e incluso anacrónicas, a tres estratos o períodos generales y linealmente ascendentes. En una excavación arqueológica casi siempre vamos a encontrar a la arquitectura prehispánica como la capa inferior a mayor profundidad y más antigua, a las construcciones coloniales como la capa intermedia y a la arquitectura moderna como la capa superficial. La casa en Seminario numero 18 no es la excepción, ya que sabemos que debajo de ella se encuentra el Templo mexica de Tezcatlipoca que perteneció a la antigua Tenochtitlán, el cual fue sustituido por la casa que actualmente alberga a la Fundación Herdez, la cual se comenzó a construir en el Siglo XVI y sufrió distintas modificaciones, incendios y demoliciones, por lo que la construcción que se conserva actualmente data aproximadamente del Siglo XVIII y ha sido restaurada e intervenida para su uso actual desde finales del Siglo XX. 
Las tres etapas de las que se compone la historia de la arquitectura mexicana son casi siempre subsecuentes, pero en algunas ocasiones también encontraremos las tres capas al mismo nivel. El ejemplo más claro de una visión comprensiva de la historia completa de la arquitectura mexicana es la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. Parece ser que el argumento de su criterio de restauración y sus construcciones nuevas fue hacer evidentes las tres etapas generales de la historia mexicana, claramente representadas por su arquitectura: La Pirámide del Templo Mayor de Tlatelolco (Siglo XV), La Iglesia del ex-convento de San Jerónimo (Siglo XVI), y la Secretaría de Relaciones Exteriores (Siglo XX). Sin embargo esas tres culturas supuestamente independientes entre sí, también podrían considerarse como una sola, la de los actuales mexicanos, que se compone por los tres elementos por igual, o bien podrían considerarse como más de tres, ya que cada uno de los edificios representa un periodo específico del tiempo en que fue construido y no a toda la etapa cultural a la que pertenece. La Pirámide tlatelolca data del período mexica y formaba parte de un conglomerado anexo a la gran Tenochtitlán, la Iglesia de Santiago pertenece al período barroco mexicano y la Torre de Relaciones Exteriores del período funcionalista, ya que fue construida en el año de 1966, de acuerdo al proyecto del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez. Si pensamos en la subdivisión de cada etapa en los respectivos períodos arquitectónicos que la componen, entonces el criterio de clasificación tendría que ser mucho más riguroso. Tanto la arquitectura prehispáncia tiene infinidad de periodos particulares, como también es el caso de la arquitectura colonial, y de igual modo la arquitectura moderna, ninguna se puede tomar como una clasificación genérica, todas ellas tienen matices importantes dentro del período histórico al que pertenecen. (...) Otro dilema al que nos enfrentamos los arquitectos en nuestra ciudad cuando analizamos procesos de conservación del patrimonio artístico inmueble, es que no todos los edificios históricos pueden ser convertidos en museos. La ciudad de México ocupa el primer lugar ciudad a nivel mundial con más recintos culturales, existen en nuestra ciudad 141 recintos culturales, según el último censo del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Esta marca es sin duda alguna motivo de orgullo, pero también hace falta contemplar que la proliferación desmedida en la creación de museos puede llegar provocar una deseconomía de escala. Los museos tienen un alto costo de mantenimiento y deben renovarse constantemente e impulsar proyectos museográficos, curatoriales y educativos para ser capaces de mantenerse en crecimiento para alcanzar el nivel de los dinámicos intereses del público que los visita. (...) 
El uso readaptativo de la casa de Seminario numero 18 como sede de la Fundación Herdez, nos lleva a la reflexión final en torno al papel que juega la arquitectura histórica construida en épocas anteriores a la nuestra, dentro de la vida actual de nuestra moderna metrópolis. Dicha reflexión gira necesariamente en torno a la Topopoiesis (neologismo derivado del griego topos (τόπος), "lugar"  y poiesis (ποίησις), “hacer”), la “Creación de lugares”, una práctica de rescate de espacios arquitectónicos y urbanos, mediante su uso y reactivación social. Es la propia sociedad o civilización la que decide cuáles son los edificios antiguos que debe conservar y reutilizar y cuáles deben desaparecer, para bien o para mal no existe nunca un consenso absoluto respecto a la conservación del patrimonio artístico inmueble. La conservación histórica es un campo donde entran en juego las fuerzas sociales en todos sus niveles, el resultado final de la oposición paradójica entre lo que se ha de conservar y lo que habrá de desaparecer, es un mecanismo inevitablemente conflictivo donde nos vemos forzados a optar por una u otra cosa: Renunciar al pasado por el presente, renunciar al presente por el pasado, o bien optar por una parte del pasado que decidimos que es más importante que otra. Hasta ahora en nuestra ciudad, hemos presenciado la aplicación de tres distintos criterios generales de conservación, el primero ha consistido en demoler todas las etapas posteriores a la primera construcción, como en el caso del Templo Mayor, junto al Zócalo capitalino, el segundo que consiste en conservar la etapa constructiva más reciente, como en el resto del Centro histórico incluida la casa de Seminario 18 y un tercer criterio que ha optado por demoler todas las construcciones preexistentes para dejar paso a la arquitectura actual.
Lorenzo Rocha

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