En la Plaza del Seminario, espacio urbano que resultó de la demolición
durante los años treinta del antiguo Seminario Conciliar de San Pablo,
comenzaron hace más de cien años, las excavaciones arqueológicas
encaminadas al descubrimiento de los vestigios del Huey Teocalli o
Templo Mayor de Tenochtitlán. Dichas excavaciones fueron dirigidas por
el arqueólogo Manuel Gamio, quien en 1913 ordenó y supervisó la
demolición de la mitad de la antigua casa del Mayorazgo Nava Chávez que
se encontraba en la esquina de las calles de Santa Teresa y Relox, que
ahora llevan respectivamente el nombre de República de Guatemala y
República de Argentina, construcción mejor conocida como la Casa de las
Ajaracas, por los patrones estilo mudéjar presentes en su fachada. En su
lugar aún prevalece un vacío muy manifiesto, que se ha intentado llenar
sin éxito con proyectos nuevos en tres ocasiones. El primero de ellos,
que se planeaba como la residencia del Gobierno de Ciudad, fue diseñado
por el arquitecto Javier Sánchez, ganador en 1999 de un concurso público
que nunca llegó a construirse. La segunda ocasión fue en 2006, se
convocó a otro concurso, esta vez para el Centro de Artes Indígenas, el
cual fue ganado por el arquitecto Enrique Norten y tampoco fue
realizado. El tercer intento, fue la propuesta para construir la Casa
Tlaltecuhtli (por la pieza monolítica que representa a la deidad del
mismo nombre, que fue descubierta en el sitio), el proyecto fue
encargado al arquitecto Francisco Serrano, fue anunciado y publicado en
2011, pero no ha habido ningun desarrollo ni información relevante
posterior al anuncio. La parte que no fue demolida, fue recientemente
restaurada y abierta al público como Museo Archivo de la Fotografía.
También frente a la plaza Gamio, durante los años ochenta del Siglo XX,
fueron demolidas otras trece construcciones de distintas épocas, para
dar paso a la excavación del sitio, dirigida por el arqueólogo Eduardo
Matos y a la construcción del Museo del Templo Mayor. El edificio para
el Museo del Templo Mayor, que fue diseñado por los arquitectos Pedro
Ramírez Vázquez y Manuel Campuzano, es el único ejemplo de arquitectura
moderna en el contexto de la plaza Gamio. En los alrededores inmediatos
de la casa de Seminario 18, sede de la fundación Herdez, hemos visto la aplicación de distintos
criterios de conservación de la arquitectura histórica, de los cuales ha
predominado la exploración arqueológica que busca rescatar nuestro
pasado más remoto: la Cultura Mexica. Como expondremos más adelante, hoy
en día existen múltiples criterios para la conservación del patrimonio
artístico inmueble. (...) La conservación del patrimonio artísitco
inmueble en la ciudad de México es cada vez más problemática. En primer
lugar debido a que los inmuebles con valor artístico se encuentran casi
siempre en los sitios con la mejor ubicación. Comenzando por el Centro
histórico y las colonias que lo circundan, los edificios considerados
como patrimonio cultural, se extienden por el Paseo de la Reforma hasta
la colonia Juárez, zonas con las mejores condiciones de localización en
la ciudad. Dada la importancia de la ubicación dentro de cualquier
criterio de valoración inmobiliaria, los inmuebles patrimoniales son
especialmente vulnerables a la presión ejercida por el mercado de bienes
raíces y las políticas desarrollo urbano. En segundo lugar, en México
tenemos códigos y leyes que protegen a los edificios históricos, pero su
aplicación es notablemente sesgada. Muchos de los términos utilizados
en la redacción de las leyes de desarrollo urbano, son demasiado
ambiguos para permitir su correcta interpretación y cumplimiento. Con
las actuales leyes y procesos administrativos, es muy probable que
sigamos perdiendo diariamente, verdaderas joyas de la arquitectura
antigua, ya sea por demoliciones indebidas, construcciones agresivas o
por simple abandono y negligencia. Con la situación legal prevaleciente,
nuestra ciudad seguirá renunciando a la arquitectura contextual y
también al potencial que tiene la arquitectura contemporánea, cuando se
enfoca a la integración creativa entre lo antiguo y lo moderno. Es
probable que la mejor, o quizá la única manera de conseguir salvaguardar
el patrimonio artístico inmueble es que las instituciones culturales,
públicas o privadas, se instalen en casas o edificios con valor
artístico y se hagan cargo de restaurarlos y mantenerlos con vida.
La
conservación del patrimonio artístico inmueble se norma por los
criterios que cada cuerpo colegiado facultado para decidir sobre las
intervenciones decida adoptar. Dichos criterios pueden ser muy diversos
entre sí, pero cada uno de los colegios profesionales es responsable de
fundamentar su criterio de actuación del modo más sólido y objetivo
posible. Todos los criterios deben estar claramente expuestos y
articulados, además las intervenciones deben documentarse
escrupulosamente, dado que, aunque los argumentos que se utilicen sean
sólidos, siempre deberán ser debatibles. Hemos visto que los criterios
de conservación desde el Siglo XIX hasta nuestros días han cambiado
según las ideas de las diferentes épocas, de acuerdo con la evolución de
la arqueología y de la valoración histórica del arte y la arquitectura,
por ello cualquier intervención debe siempre ser susceptible de ser
revisada y en su caso debe ser reversible. La historia de la
arquitectura ha simplificado hasta cierto punto el fenómeno de la
construcción a lo largo del tiempo, que es sumamente complejo. Por
cuestiones metodológicas, la clasificación general de las edificaciones
se ha debido reducir a períodos temporales demasiado amplios. En México,
en general estas etapas de desarrollo se han dividido en tres partes:
La Época prehispánica (la civilización mesoamericana desde su aparición
hasta 1492), la Colonia española (de 1492 a 1810) y la Época moderna que
abarca desde el Siglo XIX hasta nuestros días. Sin embargo, esta visión
reduce fenómenos culturales con múltiples capas superpuestas e incluso
anacrónicas, a tres estratos o períodos generales y linealmente
ascendentes. En una excavación arqueológica casi siempre vamos a
encontrar a la arquitectura prehispánica como la capa inferior a mayor
profundidad y más antigua, a las construcciones coloniales como la capa
intermedia y a la arquitectura moderna como la capa superficial. La casa
en Seminario numero 18 no es la excepción, ya que sabemos que debajo de
ella se encuentra el Templo mexica de Tezcatlipoca que perteneció a la
antigua Tenochtitlán, el cual fue sustituido por la casa que actualmente
alberga a la Fundación Herdez, la cual se comenzó a construir en el
Siglo XVI y sufrió distintas modificaciones, incendios y demoliciones,
por lo que la construcción que se conserva actualmente data
aproximadamente del Siglo XVIII y ha sido restaurada e intervenida para
su uso actual desde finales del Siglo XX.
Las tres etapas de las que se
compone la historia de la arquitectura mexicana son casi siempre
subsecuentes, pero en algunas ocasiones también encontraremos las tres
capas al mismo nivel. El ejemplo más claro de una visión comprensiva de
la historia completa de la arquitectura mexicana es la Plaza de las Tres
Culturas en Tlatelolco. Parece ser que el argumento de su criterio de
restauración y sus construcciones nuevas fue hacer evidentes las tres
etapas generales de la historia mexicana, claramente representadas por
su arquitectura: La Pirámide del Templo Mayor de Tlatelolco (Siglo XV),
La Iglesia del ex-convento de San Jerónimo (Siglo XVI), y la Secretaría
de Relaciones Exteriores (Siglo XX). Sin embargo esas tres culturas
supuestamente independientes entre sí, también podrían considerarse como
una sola, la de los actuales mexicanos, que se compone por los tres
elementos por igual, o bien podrían considerarse como más de tres, ya
que cada uno de los edificios representa un periodo específico del
tiempo en que fue construido y no a toda la etapa cultural a la que
pertenece. La Pirámide tlatelolca data del período mexica y formaba
parte de un conglomerado anexo a la gran Tenochtitlán, la Iglesia de
Santiago pertenece al período barroco mexicano y la Torre de Relaciones
Exteriores del período funcionalista, ya que fue construida en el año de
1966, de acuerdo al proyecto del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez. Si
pensamos en la subdivisión de cada etapa en los respectivos períodos
arquitectónicos que la componen, entonces el criterio de clasificación
tendría que ser mucho más riguroso. Tanto la arquitectura prehispáncia
tiene infinidad de periodos particulares, como también es el caso de la
arquitectura colonial, y de igual modo la arquitectura moderna, ninguna
se puede tomar como una clasificación genérica, todas ellas tienen
matices importantes dentro del período histórico al que pertenecen.
(...) Otro dilema al que nos enfrentamos los arquitectos en nuestra
ciudad cuando analizamos procesos de conservación del patrimonio
artístico inmueble, es que no todos los edificios históricos pueden ser
convertidos en museos. La ciudad de México ocupa el primer lugar ciudad a
nivel mundial con más recintos culturales, existen en nuestra ciudad
141 recintos culturales, según el último censo del Consejo Nacional para
la Cultura y las Artes. Esta marca es sin duda alguna motivo de
orgullo, pero también hace falta contemplar que la proliferación
desmedida en la creación de museos puede llegar provocar una deseconomía
de escala. Los museos tienen un alto costo de mantenimiento y deben
renovarse constantemente e impulsar proyectos museográficos,
curatoriales y educativos para ser capaces de mantenerse en crecimiento
para alcanzar el nivel de los dinámicos intereses del público que los
visita. (...)
El uso readaptativo de la casa de Seminario numero 18 como
sede de la Fundación Herdez, nos lleva a la reflexión final en torno al
papel que juega la arquitectura histórica construida en épocas
anteriores a la nuestra, dentro de la vida actual de nuestra moderna
metrópolis. Dicha reflexión gira necesariamente en torno a la Topopoiesis (neologismo
derivado del griego topos (τόπος), "lugar" y poiesis (ποίησις),
“hacer”), la “Creación de lugares”, una práctica de rescate de espacios
arquitectónicos y urbanos, mediante su uso y reactivación social. Es la
propia sociedad o civilización la que decide cuáles son los edificios
antiguos que debe conservar y reutilizar y cuáles deben desaparecer,
para bien o para mal no existe nunca un consenso absoluto respecto a la
conservación del patrimonio artístico inmueble. La conservación
histórica es un campo donde entran en juego las fuerzas sociales en
todos sus niveles, el resultado final de la oposición paradójica entre
lo que se ha de conservar y lo que habrá de desaparecer, es un mecanismo
inevitablemente conflictivo donde nos vemos forzados a optar por una u
otra cosa: Renunciar al pasado por el presente, renunciar al presente
por el pasado, o bien optar por una parte del pasado que decidimos que
es más importante que otra. Hasta ahora en nuestra ciudad, hemos
presenciado la aplicación de tres distintos criterios generales de
conservación, el primero ha consistido en demoler todas las etapas
posteriores a la primera construcción, como en el caso del Templo Mayor,
junto al Zócalo capitalino, el segundo que consiste en conservar la
etapa constructiva más reciente, como en el resto del Centro histórico
incluida la casa de Seminario 18 y un tercer criterio que ha optado por
demoler todas las construcciones preexistentes para dejar paso a la
arquitectura actual.
Lorenzo Rocha
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