El mundo contemporáneo lleva cinco décadas debatiéndose entre dos extremos: la globalización y la localidad. En Europa por ejemplo, durante los años setenta se forjó la idea de una Comunidad Europea, sin fronteras, con una sola moneda, un banco central y con una forma de gobierno parlamentaria, compuesta por representantes de todos sus países-miembros. Los europeos realizaron este plan, que tendía a equilibrar el poder económico y político desmedido de los Estados Unidos de América, tras la desaparición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Así fue como se crearon los "Estados Unidos Europeos", que gozan de ciertos beneficios por compartir los elementos antes mencionados, pero que desde tiempos recientes, enfrentan una creciente tendencia a los nacionalismos que amenazan con desintegrar a la unión. El primer país en utilizar el antieuropeísmo como instrumento político fue Grecia con el surgimiento de Syriza, una coalición de la izquierda radical que ascendió al poder entre 2012 y 2014.
Sin embargo, la salida de la unión europea también es utilizada por la extrema derecha, por ejemplo en Francia, donde el Frente Nacional acaba de dominar en las elecciones regionales del pasado domingo 6 de diciembre. Aunque suena contradictorio, el nacionalismo es una de las herramientas del extremismo, sin importar si se trata de izquierda o derecha.
Otro caso es el independetismo catalán, el cual se reafirmó en septiembre pasado, al ganar la mayoría en el parlamento autonómico. El plebiscito por la separación del Estado español celebrado en Cataluña se decantó a favor del "No", pero los independentistas salieron muy favorecidos de la elección.
También ha sido notable en estos últimos 50 años, el protagonismo de las ciudades como entidades económicas, políticas y culturales, que en ocasiones superan a sus ámbitos nacionales. Se trata de analogías actuales con la Civitas romana o la Polis griega, que hacían de Roma y Atenas los paradigmas de las ciudades como estados soberanos.
Hoy en día las ciudades capitales en casi todo el mundo, gozan de una autonomía manifiesta respecto a los países donde se encuentran. El caso más claro es Hong Kong, antiguo enclave británico en Asia, que sigue siendo preponderante para las finanzas de la región. Pero a su importancia como centro financiero le siguen Tokio, Bangkok y Shangai, que se encuentran a una distancia relativamente corta entre sí.
Estas aglomeraciones urbanas, junto con las conocidas capitales europeas, americanas y africanas, concentran a la mayoría de la población mundial y aunque son gobernadas por los presidentes o primeros ministros de sus respectivos países son, territorios independientes fácticos.
Lorenzo Rocha
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