Los tres componentes fundamentales de la retórica aristotélica, continúan siendo vigentes en la actualidad, a pesar de haber sido definidos hace mas de 2300 años. Se trata de tres conceptos lógicos que contribuyen a dotar de estructura sólida a cualquier discurso. En principio es posible describirlos en términos coloquiales como la credibilidad de quien articula el discurso (ethos), la carga emocional de sus ideas (pathos) y la racionalidad con la que se plantean (logos). Su estudio requiere de gran profundidad, sobre todo para ser capaces de aplicarlos a un trabajo discursivo escrito o hablado.
A partir del siglo XVIII los teóricos de las bellas artes como Hegel y Kant, comenzaron a articular las teorías estéticas que a partir de sus tratados y en gran parte gracias a éstos, han conformado casi todos los discursos artísticos posteriores. Dentro de un orden de ideas similar, algunos estudios culturales, recientemente admiten al arte y a la arquitectura como medios de expresión poética, que establecen canales de comunicación entre el artista y el espectador (o habitante) a distintos niveles perceptivos y cognitivos.
¿Será entonces concebible la aplicación de las figuras retóricas clásicas a los discursos arquitectónicos? ¿Qué utilidad tendría su aplicación durante los procesos de diseño?
Es evidente que la utilidad de los discursos estéticos de la arquitectura no es de naturaleza pública, se trata de recursos y herramientas que en primer lugar y en su mayor medida, benefician al propio artista o arquitecto. Un arquitecto incapaz de entender él mismo los fundamentos lógicos de su propio trabajo, se encontrará a la vez incapacitado para transmitirlos al público y al usuario de sus obras, es muy probable que su trabajo falle en cuanto a su claridad expresiva. En segundo lugar, el análisis lógico de la obra arquitectónico beneficiará a los críticos, teóricos y a todos aquellos que emprendan un trabajo de interpretación de la obra arquitectónica.
Pero a pesar de que los elementos discursivos benefician solamente a los autores y críticos de las obras, el público que entra en contacto con ellas también reacciona ante los mensajes que la arquitectura le transmite, sin necesidad de conocer ni estudiar los elementos que componen su lenguaje. Los habitantes de las ciudades entramos en contacto cotidiano con obras de arquitectura que nos resultan indiferentes, agradables o insoportables y esto es gracias a sus características expresivas. Cuando transitamos por las estaciones del metro, por las oficinas públicas, por las calles o las plazas, recibimos constantemente los mensajes y las ideas de quienes las construyeron. Por desgracia la mayoría de las ideas arquitectónicas y urbanas no están correctamente articuladas, y esto se debe probablemente al hecho de que nunca fueron siquiera concebidas de manera lógica.
Lorenzo Rocha
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