La profesión de arquitecto, al ser una de las actividades humanas más antiguas y tradicionales inevitablemente funciona como un gremio muy compacto. Como toda agrupación profesional, la arquitectura tiene sus propios códigos y estatutos especiales.
En México, aparte de la carta ética que rige a la profesión, la cual por cierto, pocos de mis colegas conocen, dichos códigos de comportamiento están sobrentendidos y en la mayoría de los casos son tácitos.
Por ejemplo, difícilmente un arquitecto considerará a uno de sus contemporáneos como una autoridad dentro de su campo de conocimiento, las alabanzas están generalmente reservadas para arquitectos de épocas pasadas, siempre consideradas mejores que el tiempo presente. Entre los arquitectos mexicanos es prácticamente incuestionable la labor de aquellos arquitectos modernistas que tuvieron la fortuna de contar con un Estado promotor de la construcción de infraestructuras sociales de todo tipo, desde viviendas hasta teatros y hospitales. Por eso en la actualidad arquitectos como Mario Pani, Juan O’Gorman o Félix Candela solo saldrán a la conversación por sus excelentes obras e incomparable talento, es casi imposible encontrar posturas críticas en su contra.
Pero quizá una de las actitudes más peculiares de nuestro gremio, es la idea del arquitecto respecto al trabajo multidisciplinario. Junto a un aquitecto de prestigio, casi siempre encontraremos a algún filósofo, antropólogo o literato que cumplirá la función de narrar, analizar y exaltar sus proyectos e iniciativas personales. Este comportamiento profesional es poco común en otros gremio profesionales, como los abogados o los médicos, en cuyos coloquios es raro e infrecuente que participen expertos ajenos a su círculo profesional.
Los arquitectos somos sin duda, profesionistas muy proclives a describir detalladamente y discutir en público nuestras ideas, ahondando en terrenos de disciplinas que no dominamos, para lo cual recurrimos a asesores expertos en campos como las humanidades y las ciencias. Esto puede ser visto como una virtud y hasta cierto punto lo es, si no fuera porque también tenemos la tendencia a olvidar toda la teoría aprendida en las aulas, al momento de poner nuestras ideas en práctica. Por ello, muy frecuentemente, los arquitectos que tratan temas sociales y propagan ideas de igualdad y democracia dentro de las aulas y auditorios, hacen exactamente lo contrario cuando se trata de diseñar y construir edificios. Es frecuente escuchar críticas de arquitectos en contra de promotores inmobiliarios o gobiernos locales un día, para los cuales estarían prestos a trabajar al día siguiente, olvidando todos los principios morales y éticos en los que han fundado sus críticas.
Lorenzo Rocha
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