La producción de vivienda en la ciudad de México se ciñe estrictamente a las leyes de oferta y demanda del mercado inmobiliario. Los arquitectos deben explorar nuevas alternativas para que su producción tenga un impacto sobre el desarrollo urbano.
La teoría de la arquitectura en las últimas tres décadas distingue dos modos opuestos de enfrentar la labor del arquitecto, las cuales se relacionan con su postura frente a la cultura dominante. La primera de ella es una actitud crítica, de resistencia frente a las fuerzas económica y sociales del contexto en el que se insertan los nuevos proyectos. La segunda postura se denomina poscrítica o proyectiva, es aquella que toma ventaja de las condiciones contextuales para alinear el proyecto a las necesidades inmediatas de la sociedad en la que se inserta. Dado que vivimos en una época donde impera el neoliberalismo económico, casi toda la arquitectura actual se encuentra gobernada por las leyes del mercado inmobiliario.
Especialmente en México, la actitud general de los arquitectos ha sido condescendiente desde hace décadas con las agendas económicas y políticas ligadas al poder. Es momento de que los arquitectos asumamos una actitud crítica frente al fenómeno expansivo del desarrollo urbano.
Nuestra metrópolis está llegando a un punto en el que el dominio de las leyes mercantiles está operando en contra de los intereses colectivos. Está muy claro que la forma más sostenible para satisfacer las necesidades de vivienda y espacios públicos es la reutilización de inmuebles abandonados así como la reconversión de infraestructura obsoleta en sitios para la convivencia social. Sin embargo, la lógica del mercado inmobiliario apunta hacia la demolición de edificios existentes, especialmente aquellos con valor histórico, para dejar lugar a construcciones nuevas que reporten mayores ganancias a sus promotores. Basta con que comparemos el precio comercial de un inmueble catalogado y protegido por la Dirección del Patrimonio Cultural Urbano, con cualquier terreno baldío al lado de éste. Con frecuencia encontraremos que el valor del inmueble patrimonial es hasta de la mitad de aquel que se encuentra vacío. La protección patrimonial parece inhibir el interés de los promotores, ya que sus reglas le obligan a reducir e incluso renunciar a su potencial de edificación. Este fenómeno ha producido un alto índice de abandono en las áreas con presencia de inmuebles patrimoniales alrededor del centro de la ciudad y también ha dado lugar a demoliciones ilegales de muchos edificios. Seguimos expandiéndonos hacia el exterior y hacia las alturas mientras que nuestro centro continuará vaciándose.
Lorenzo Rocha