¿Que obras de arquitectura son las más significativas? ¿Qué
es más importante: un gran rascacielos en la metrópolis, o una pequeña
casa en el campo? ¿Las obras más grandes son automáticamente las más
importantes?
En nuestros tiempos el acceso ilimitado que tenemos a la información ha producido una cierta distorsión en nuestra percepción de la realidad. Por una parte, toda la información que recibimos llega por medios visuales y escritos en grandes cantidades, claramente mayores a los que somos capaces de procesar y en muchas ocasiones de manera
sesgada. Por otra parte, el consumo de información ha sustituido nuestro interés por la experiencia de primera mano, e incluso en ciertos casos dicha información ha sustituido a la experiencia en la formación de nuestros criterios. En tal contexto, ha sido cada vez más difícil mantener uno de los principios que rigen mi trabajo crítico: solamente reseñar los edificios que he podido visitar en persona.
Considero inútil expresar una opinión sobre la arquitectura, basada solamente en materiales visuales, ya que la información puede traicionar a la realidad.
Hace poco leí una entrevista al doctor y arquitecto Alberto Pérez Gómez, un gran teórico mexicano de la arquitectura, quien reside en Canada desde hace 35 años. En la entrevista, el arquitecto expone el caso de Glenn Murcutt, arquitecto australiano que recibió el prestigioso premio Pritzker en 2002. Murcutt siempre ha insistido en que su sentido ético le impide aceptar comisiones fuera de su país, él siente que debe hacer arquitectura sólo en la cultura que conoce
mejor. Desde luego es una opinión que tiene gran contundencia, sobre todo en la cultura de la información en la que estamos inmersos.
¿Cómo conocer en México el trabajo de un arquitecto que nunca ha construido fuera de Australia? Es obvio que la mayor parte de las personas solamente podrán entrerarse de el mediante fotografías. Sin embargo, detrás de esas imágenes están las ideas del arquitecto. Las obras de Murcutt no son muy grandes ni se encuentran todas ellas en la
capital de su país, ni siquiera en las grandes ciudades. Por ello es aún más sorprendente que sean conocidas por todo el mundo. Tampoco Luis Barragán había construido nada fuera de México, ni de gran escala cuando adquirió fama internacional y el mismo premio Pritzker en 1980. Esto nos lleva a concluir que lo que más interesa a la sociedad de hoy en día es la información y no la experiencia, o mejor dicho, la experiencia visual sobre la corporal.
Lorenzo Rocha