jueves, 5 de septiembre de 2019

MIGRANTES

Los vestigios de la Gran Muralla China, de las distintas murallas medievales que aun existen y de los puertos amurallados coloniales, son los testimonios más claros de la constante lucha por el territorio desde las civilizaciones más antiguas. 

Los fosos, las garitas, los baluartes, las puertas y los puentes son testigos de épocas en las que las ciudades eran sitios cerrados a los extranjeros. Siempre se ha distinguido al ciudadano del migrante, pero la paradoja es que casi todos los ciudadanos o sus antepasados también migraron en alguna época. Esto hace aún más absurda la situación actual respecto a la migración, ya sea desde el sur hacia norte de América, como desde África hacia Europa a través del mar Mediterráneo. Está claro que el principal motivo de la existencia de un muro entre México y los Estados Unidos es por su fuerza simbólica y los réditos políticos que éste pueda tener a favor del presidente estadunidense.  De igual modo, la tensión en las costas italianas respecto a el desembarco de migrantes africanos rescatados en el mar por organizaciones no gubernamentales, es un espectáculo mediático dirigido a la exaltación de la xenofobia, que beneficia políticamente a la extrema derecha de dicho país. Todos los gobiernos que colaboran con la criminalización del migrante, como el nuestro, lo único que hacen es favorecer las agendas políticas de quienes promueven el rechazo al libre tránsito de personas necesitadas de ayuda humanitaria.
En México el migrante centroamericano siempre ha sido víctima del abuso de las autoridades y de los grupos delictivos que se dedican a robarle, secuestrarle y extorsionarle. Pero ha sido probado que la mayoría de inmigrantes ilegales que viven en los Estados Unidos han ingresado al país con visas turísticas y gran parte de ellos lo han hecho en avión, así que ¿de qué serviría construir un muro? La respuesta no parece saberla nadie, no siquiera sus más entusiastas promotores.

La xenofobia extrema es un tipo de odio infundado que discrimina a las personas simplemente por su origen nacional. Es una actitud tan ilógica como el extremo contrario, la xenofilia, la admiración de que gozan las personas que provienen de países que tienen un alto prestigio o que cuentan con altos niveles económicos. Desgraciadamente ambas formas de discriminación responden a un orden geopolítico que se organiza de sur a norte. Esperemos que el proceso que vivimos ahora no derive en los escenarios futuristas de segregación en los que las ciudades y países vuelvan a estar rodeadas de muros, fosos y torres militares.
Lorenzo Rocha

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