La ciudad es el lugar de encuentro por excelencia. Las normas de convivencia cívica son el reflejo fiel de la contingencia, de los acuerdos entre ciudadanos para la cohabitación dentro del espacio urbano.
Cada ciudad cuenta con un paisaje sonoro particular. Ciertos sonidos nos permiten reconocer en que ciudad nos encontramos, incluso con los ojos cerrados. En algunas ciudades son característicos los sonidos agradables como las campanas, el canto de los pájaros, la música del organillero o el silbato del afilador y en otras son típicos otros sonidos o ruidos urbanos como las sirenas de las ambulancias, los aviones y las aspas de los helicópteros. En casi todas se escuchan sin cesar los motores de los vehículos.
El civismo y la cortesía son partes fundamentales de la condición de ciudadano, son los valores que permiten la convivencia armoniosa entre los habitantes de las ciudades. En una ciudad deben poder escucharse todas las voces, pero ninguna debe prevalecer sobre las demás. Esta alegoría se manifiesta muy claramente en el paisaje sonoro de una ciudad. Es lógico que de vez en cuando la sirena de algún vehículo emergente, domine sobre todos los demás sonidos. Pero otros ruidos, como los gritos, las bocinas de los automóviles y los pregones publicitarios no están dentro de lo que se puede considerar como una conducta cívica.
La vida en la ciudad es como una conversación en público, la gente tiene derecho a conversar y reir en voz alta, pero también debe ser consciente de los límites necesarios para no causar molestias a las demás personas. Por razones culturales, estos límites son muy distintos según el país del que se trate, normalmente son más flexibles en el sur que en el norte del mundo.
El nivel de ruido de una ciudad como México, quizá resulte insoportable para alguien que esté acostumbrado al silencio de una ciudad como Zurich, pero será menor que en otras latitudes como en Nápoles, donde la gente está siempre en las calles y se expresa espotáneamente en cualquier momento que lo desée.
Henri Bergson, el filósofo francés, publicó en 1889 un breve ensayo sobre la cortesía en el que escribió: “La cotesía en todas sus formas —cortesía en las maneras, en el corazón y en el espíritu— nos acerca a una república ideal, en la cual la libertad será acotada por la inteligencia y la igualdad una división equitativa de la consideración”. Es así como no basta con nacer en la ciudad para ser ciudadano, es preciso aprender a serlo.
Lorenzo Rocha