En 1982 los arquitectos Fernando Márquez y Richard Levene fundaron en España la revista El Croquis. Hasta la fecha han publicado 167 números monográficos, tanto de arquitectos experimentados como de jóvenes. En muchos de sus volúmenes incluyen dibujos hechos a mano por los arquitectos a quienes presentan.
La mayoría de los arquitectos dibuja bien a mano. El boceto o croquis del arquitecto expresa su pensamiento espacial, no es necesariamente un producto de gran belleza, pero sí constituye uno de los elementos que definen la personalidad creativa de su autor. El cerebro humano sin duda está conectado más estrechamente con las manos que sostienen al lápiz, que con el teclado digital. Oscar Niemeyer es uno de los arquitectos modernos más hábiles para expresarse mientras dibujaba, la explicación de sus proyectos en el documental “La vida es un soplo”, es realmente notable. Además sorprende que dicho filme haya sido realizado cuando el arquitecto brasileño tenía 90 años. Otros grandes maestros no se quedan atrás, por ejemplo Le Corbusier, Juan Navarro o Zaha Hadid, quienes además han sido pintores.
Hoy en día no estoy seguro de que todos los estudiantes de arquitectura sepan lo que quiere decir la palabra croquis y mucho menos sean capaces de dibujar a mano de manera correcta. Las tecnologías electrónicas e informáticas han eclipsado a las analógicas como el libro, el cuaderno y el lápiz. Sin embargo, para la proyectación arquitectónica, herramientas tan sencillas como el papel y la pluma, son tan importantes en el proceso de un proyecto como pueden serlo el ordenador y la impresora.
Nunca olvidaré la recomendación de mi profesor Raúl Gutiérrez, que en el primer curso de teoría en el taller José Villagrán de la UNAM nos invitaba a aprender a pensar con el lápiz. Indudablemente todas las herramientas son indispensables para ejecutar un buen trabajo, pero éstas nunca deben superar la capacidad intelectual de quien las utiliza. Es decir, el hecho de que ahora existan programas informáticos capaces de generar casi cualquier tipo de superficie mediante algoritmos matemáticos, no significa que los proyectos deban forzosamente recurrir a formas complejas solamente por el hecho de que sea posible generarlas en la computadora. Tampoco dichas formas deben excluirse del universo del arquitecto contemporáneo, pero cualquier decisión de diseño debe estar sólidamente fundamentada en un código ético y estético. Aun las ideas más futuristas comienzan con un sencillo boceto.
Lorenzo Rocha
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