La urbanista estadunidense Jane Jacobs decía: “La superficialidad no es un defecto”, refieriendose a la necesaria cortesía, a veces hipócrita que se requiere para la convivencia ciudadana pacífica.
Entre los refranes alemanes medievales que conozco,: Stadtluft macht frei (“El aire de la ciudad nos libera”), es sin duda mi preferido. La vida urbana promete a los ciudadanos una atmósfera de libertad en la que es posible liberarse de las ataduras que nos imponen las etnias, las clases sociales y los órdenes politicos establecidos. Este clima de libertad no implica que cada individuo actúe solamente en favor de sus intereses particulares. La vida en la ciudad supone la pertenencia a una o a varias comunidades, sindicatos, empresas, gremios, colegios profesionales, partidos políticos, escuelas y asociaciones religiosas, a las que se debe respetar y contribuir a fortalecer por encima de los objetivos personales. Sin embargo, en una ciudad, la diversidad permite cambiar de grupo e incluso una cierta movilidad social a lo largo de la carrera profesional o del tiempo de vida.
Todas las ciudades modernas, a partir del Siglo XVIII, se han formado por personas migrantes de las provincias, del campo o de países extranjeros. Prácticamente no hay nadie en la ciudad de México que no encuentre su origen fuera de ella, remontándose a una o dos generaciones de sus ancestros. Por ejemplo, una leyenda urbana cuenta que muchos refugiados republicanos españoles, obtuvieron sus títulos profesionales “en los barcos en los que migraron”. Se embarcaron como albañiles y desembarcaron convertidos en ingenieros, en todo caso su migración y llegada a una gran ciudad les dió nuevas personalidades y oportunidades que aprovecharon en seguida, al igual que los comerciantes sirios y libaneses.
En la ciudad también se dan niveles muy altos de explotación y propensión al crimen, pero de cualquier modo, existe campo fértil para el desarrollo del potencial de casi todas las personas, lo cual es más difícil en ambientes aislados y rurales. El cliché tipo americano de la libertad que permite explotar al máximo el potencial humano, es uno de los engaños de la ciudad en el mundo capitalista. Si bien, solo una pequeña parte de los ciudadanos realiza sus objetivos en la urbe, todos intercambian enseñanzas, bienes y servicios en mayor volumen y velocidad que fuera de ella.
La urbanidad y civilidad, actitudes inherentes a la vida en las ciudades, también envuelven a los conceptos de cortesía y convivencia. Si bien las diferencias entre los ciudadanos persisten, siempre será posible subsistir y tolerar a los demás en el acuerdo tácito entre todos.
Lorenzo Rocha
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