jueves, 12 de marzo de 2020

PERSPECTIVA

En días como estos, las malas noticias nos desalientan. Al enterarnos acerca de las crisis sanitarias, económicas y políticas por todo el mundo, es natural que nos entristezcamos, pero también es importante que recurramos a nuestras experiencias pasadas para comprender que es posible superar cualquier adversidad.
Las imágenes de los hospitales llenos de personas y las calles desiertas inundan los reportajes que nos llegan desde China, Irán e Italia. Recordamos cuando pasamos por experiencias similares hace ya 12 años durante la epidemia de la Influenza, que afectó principalmente a México. Las ciudades y la arquitectura no tienen sentido sin las personas que las habitamos. Cuando vemos estadios, oficinas, comercios y espacios públicos vacíos, nos invade una desolación que no hace más que recordarnos lo fundamental de nuestra actividad como constructores, el hecho que diseñamos y construimos para la gente, no para nosotros mismos, ni mucho menos para los medios de comunicación. Por otra parte, esperamos que tarde o temprano, la emergencia del Covid pasará o será controlada y nuestro libre tránsito y reunión se reestablecerá. Pero esa normalidad que hoy en día anhelamos, también está plagada de distopías, principalmente la saturación de la población, inmovilidad y contaminación que se vive en las ciudades, sin que existan emergencias sanitarias.
La situación de las ciudades por todo el mundo responde al pie de la letra a la paradoja de Dietrich Braess (matemático y científico alemán), quien en 1968 dictó que al agregar mayor capacidad a una red, cuando las entidades que circulan por ella eligen su ruta de modo egoista, puede en algunos casos reducir el desempeño de toda la red. Esta afrimación se utiliza frecuentemente en la ingeniería vial y en el diseño de carreteras, sin embargo también es aplicable a casi todos los comportamientos urbanos. Por ejemplo, actualmente la conectividad ha impactado sobre la movilidad, existen multiples ofertas para desplazarse además del transporte público y del tráfico privado. Pero estos medios, sean taxis, motos, patinetes o bicicletas, han llegado al punto en el cual algunas ciudades como Londres y Nueva York se encuentran al borde del colapso vial. Sorprende que la autoridad londinense de transportes haya revocado la licencia a Uber, pare operar en la ciudad, ya que el numero de automóviles ascendía ya a 45mil.
Es indudable que tenemos motivos para preocuparnos, pero si tomamos perspectiva de todo lo que vemos hoy quizá nos consuele pensar que pronto habremos superado nuestros problemas actuales y estaremos preparados para afrontar las crisis futuras.
Lorenzo Rocha

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