jueves, 2 de abril de 2020

EL MITO DE SÍSIFO

El libro de Albert Camus sobre el mito de Sísifo, publicado en 1942 comienza por la siguiente cita de Pindaro: “No te afanes alma mía, por una vida inmortal, pero agota el ámbito de lo posible”. Exaltando la futilidad de la vida misma.

Dentro de la corriente filosófica existencialista, se discutía con frecuencia acerca de las obras humanas, las cuales eran consideradas por los pensadores del movimiento como más importantes que el paso de los humanos por el mundo material. Como sabemos, Sisifo, el personaje mitológico griego, fue castigado por los dioses a perder la vista y empujar una gran roca hasta la cima de un monte, la cual una vez llegada a las alturas, volvía a caer inevitablemente y debía ser acarreada por él una vez más, tarea que jamás tendría fin. Es un castigo parecido al que entendemos como purgatorio, un lugar en el que permanecemos por toda la eternidad pagando por nuestros pecados.
Estos días de confinamiento forzado, en ocasiones se asemejan a una prisión domiciliaria. Además de las múltiples teorías ancladas en nuestra tradición judeocristiana, que asimilan a las epidemias con muestras de la ira divina, impuestas por los dioses como un castigo a nuestras faltas.
Si bien la ciencia demuestra que no se trata en absoluto de un mal provocado intencionalmente por nadie en particular y mucho menos por alguna deidad, si que son momentos de incertidumbre e inestabilidad emocional en los que la rutina repetitiva y las multiples frustraciones de las que somos objeto, refuerzan nuestra conciencia de lo insignificante que puede ser la propia existencia, dentro del panorama completo de la historia de la humanidad.
De esta crisis saldremos dañados económicamente, políticamente e incluso psicológicamente, pero quienes la superemos habremos de dar gracias, por que al menos no contrajimos la mortal enfermedad y quizá eso sea un aliciente que baste para emprender la enorme tarea de regeneración que nos espera a todos, la primera de la historia que no distingue nacionalidad, riqueza, ni credo.
Lorenzo Rocha

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