Vilfredo Pareto (1848-1923), economista, sociólogo, ingeniero y filósofo italo-francés es el creador del concepto de eficiencia: “Dada una asignación inicial de bienes entre un conjunto de individuos, un cambio hacia una nueva asignación que al menos mejora la situación de uno de ellos sin provocar que empeore la situación de los demás individuos”.
Para una aplicación cabal del principio de eficiencia de Pareto al estudio del espacio urbano, el campo de actuación debe ser acotado correctamente: un terreno, una manzana, un polígono integrado, o bien un barrio o demarcación geográfica especifica. Del mismo modo, deben definirse claramente los “bienes” disponibles, que se traducen en las fuerzas actuantes sobre el campo urbano que pueden ser: superficie útil, volúmenes espaciales construidos, recursos económicos, población beneficiada y muchos más, desde luego usando las notaciones y unidades de medida correctas: metros cuadrados o cúbicos, alturas, coeficientes de ocupación del suelo, dinero, cantidad de personas o familias, etcétera.
Además de que las mediciones deben ser comprobables mediante fuentes de información fidedignas como catástros, planos reguladores, planes de ordenamiento urbano, censos, estados financieros, reglamentos de construcción y otros similares. En ningún momento se deben verter en diagramas, las apreciaciones subjetivas de sus autores, salvo que se trate de dibujos conceptuales. El concepto de eficiencia según Pareto, implica para el urbanismo un necesario e ineludible equilibrio de las fuerzas actuantes en el campo. La razón de ello es que el suelo urbano es un recurso finito, escaso y codiciado por su gran potencial lucrativo. Los límites del desarrollo inmobiliario en las ciudades los fija el potencial de uso del suelo, es decir, el porcentaje de área ocupable por construcciones, la altura de las estructuras y el potencial de uso del subsuelo. Si los agentes que intervienen en el proceso de urbanización, incluyen elementos de interés social, sin ánimo de lucro, este tipo de eficiencia y equilibrio no se verifica dentro del ámbito mercantil y competitivo, lo cual lo hace aún más difícil de llevar a cabo.
Lorenzo Rocha