Gilles Deleuze ha desarrollado las ideas de Michel Foucault, hasta una nueva dimensión. En su ensayo “Post-scriptum sobre las sociedades de control” publicado en la revista Polis en 2006, hace hincapié en una visible crisis institucional a nivel global.
Durante la transición entre el siglo XX y el XXI, se ha hecho visible una marcada crisis de las instituciones disciplinarias, nacidas en el siglo XVIII. Los espacios interiores estaban concebidos para la disciplina institucionalizada: la casa para la familia, la escuela para la educación, la fábrica para el trabajo, el hospital para la salud y así sucesivamente hasta llegar a la cárcel, el espacio paradigmático para el encierro y la disciplina. Esta disciplina ha transmutado en control, a medida que las instituciones disciplinarias se han ido reformando hasta reducirse a su mínima expresión. el control se ejerce sobre el espacio abierto, bajo la premisa de que no existe “el afuera” (todo está dentro de la sociedad de control). Gilles Deleuze, el filósofo francés lo explica de modo brillante, en los siguientes términos: “Todos los centros de encierro atraviesan una crisis generalizada: cárcel, hospital, fábrica, escuela, familia. La familia es un (espacio) “interior” en crisis, como lo son los demás (espacios) interiores (el escolar, el profesional, etc.)
Sin duda las empresas son manifestaciones claras de los espacios controlados. Las empresas controlan a sus empleados de manera virtual, no los vigilan estrechamente como lo hacían los supervisores en las fábricas y los capataces en las granjas del siglo XIX, los controlan mediante mediciones de eficiencia. Al respecto, Deleuze añade: “La fábrica era un cuerpo cuyas fuerzas interiores debían alcanzar un punto de equilibrio, lo más alto posible para la producción, lo más bajo posible para los salarios; en una sociedad de control, la fábrica es sustituida por la empresa, y la empresa es un alma, es etérea”.
La crisis institucional moderna tiene correlación directa, con una crisis arquitectónica, mientras que la disciplina se tradujo en el modelo del panóptico, que si bien tuvo sus ejemplos casi monstruosos, sobre todo en lo que respecta a las cárceles, el modelo actual es el del edificio de oficinas, un tipo de construcción extensa, sin personalidad, con largos corredores, plafones luminosos, alfombras interminables, particiones a media altura, una arquitectura que vemos en todas las ciudades, sin importar la geografía. Desde luego, esta arquitectura integra en ellas al personaje mitológico del Argos panoptes, ese monstruo de mil ojos, que en nuestro tiempo es el monstruo de los millones de cámaras de vigilancia, que nos observan sin cesar.
Lorenzo Rocha