miércoles, 25 de mayo de 2022

ALTA CALIDAD

No sucede muy a menudo, pero de vez en cuando podemos constatar cómo la arquitectura de alta calidad realmente alimenta el espíritu.

Hacía 20 años que quería visitar Santiago de Compostela, por uno u otro motivo no había sido posible. Por esta razón es que solo hasta ahora escribo sobre el Centro Gallego de Arte Contemporáneo y el adyacente Parque de Bonaval, ambos diseñados por Álvaro Siza en 1998. No suelo opinar de proyectos que no conozco en persona, también porque visitar estos sitios con la excusa de escribir sobre ellos es normalmente un gran placer.
El movimiento moderno se ocupó de abolir la decoración aplicada sobre los elementos arquitectónicos y con ello los privó de los símbolos. Pero pocos arquitectos han sido tan hábiles como Siza, para elevar la abstracción de sus proyectos a una categoría poética, comunicándose tan intensamente con las emociones de los visitantes. La experiencia de estos dos proyectos (que en realidad son solo uno) es sublime de principio a fin.
Los edificios nuevos representan a las instituciones que los realizan, por ejemplo la cultura y el arte, que son los que hicieron posible la construcción del museo, un edificio que es simultáneamente discreto y que se presenta como una obra contemporánea de arte. Conseguir este balance es muy complejo y pocos han conseguido un equilibrio como en este caso.
Pero es aún más difícil tratar con el pasado. El parque perteneció al convento de Santo Domingo de Bonaval y contaba con jardines, huertas y un cementerio. El arquitecto se ocupó de retirar todos los elementos religiosos y funerarios, sin banalizar el espacio preexistente, tarea por demás difícil en nuestros tiempos en que estas operaciones se realizan casi siempre inadecuadamente. Para este proyecto contó con la renombrada arquitecta de paisaje Isabel Aguirre.
Convertir un cementerio en espacio público conlleva un equilibrio entre la carga simbólica del lugar y las nuevas actividades, que conviene que sean flexibles, pero deben respetar al mismo tiempo la memoria del pasado. Mediante los recorridos, la vegetación, los pavimentos, los escalones, los canales y depósitos de agua, los accesos desde las calles aledañas, la experiencia de este espacio es en verdad incomparable.
Lorenzo Rocha

 

miércoles, 18 de mayo de 2022

LUGARES EN LA CIUDAD

En su libro “La humanización del espacio urbano”, escrito en 1971, Jan Gehl escribe: “Si a la vida entre los edificios se le proporcionan unas condiciones favorables, podrían evitarse muchos intentos caros y a menudo artificiosos y forzados, de hacer que los edificios sean interesantes y suntuosos utilizando para ello espectaculares efectos arquitectónicos”.

Cuando las personas se apropian de los espacios urbanos, los transforman en lugares, para ello, en realidad no es especialmente relevante el diseño original de dichos espacios. Para que existan lugares deben de haberse establecido previamente, ciertos elementos de historia e identidad, que relacionen psicológica y emocionalmente a las personas con los sitios urbanos en los que habitan. 
La arquitectura y urbanismo actuales, dan demasiada importancia al diseño, persiguen un protagonismo que no les corresponde, ya que a las personas no les preocupa demasiado la forma de las plazas, calles e incluso de los edificios. Ellos requieren de ciertas condiciones primordiales de habitabilidad, de acceso, de libertad y flexibilidad para ser capaces de usar correctamente los espacios públicos, para apropiarse de ellos. Es innegable que la estética, la percepción sensorial y la belleza juegan un papel dentro de la ecuación de éxito de un espacio urbano y arquitectóinco, pero sin duda no son los aspectos más urgentes ni prioritarios, más allá de un mínimo aceptable.
La toponomía (el cuidado o gestión del lugar), relega al diseño a un segundo plano, a un telón de fondo casi imperceptible para los habitantes. En cambio la arquitectura y el diseño urbano dentro de la planificación tradicional, intentan a toda costa protagonizar la escena, debido a que las obras de infraestructura y equipamiento son concebidas como parte fundamental del capital político y económico. La toponomía por su parte, asigna mayor valor al capital social.
El diseño y la búsqueda de la belleza son más importantes para los propios arquitectos y para los urbanistas, que para las personas en general, y seguramente no son elementos condicionantes para la posibilidad de creación de los lugares antropológicos.
Lorenzo Rocha

 

jueves, 12 de mayo de 2022

ESPACIO CINEMATOGRÁFICO

El cineasta alemán Wim Wenders ha reflexionado y escrito sobre la relación entre el espacio y la fotografía. En su libro “La verdad de las imágenes”, habla del doble efecto que sucede entre el objeto y la cámara, que establecen una relación de dos vías.

El espacio retratado en el cine se determina en primera instancia por la realidad construida y en segundo lugar por la fantasía de los realizadores. La relación entre ambos tipos de espacios y sus representaciones (los espacios físicos y las imágenes de ellos) es biunívoca, el uno influye sobre el otro y viceversa. Muchos arquitectos como Peter Zumthor afirman que se han inspirado en escenas fotografiadas para recrear o intentar producir ciertos tipos de atmósferas. Simultáneamente los directores de cine están siempre al corriente de las innovaciones en la arquitectura y , las integran a en la mayoría de sus producciones. Además de la innovación, el cinematógrafo de calidad, procura tomar en cuenta a la historia de la arquitectura, para incorporar a las construcciones antiguas extraordinarias a su espectro de imágenes.
En muchas películas futuristas están presentes las referencias a arquitecturas y ciudades de imperios antiguos, como los romanos, los mayas o los egipcios. También hay un enorme imaginario medieval en toda la cinematografía caballeresca, que en ocasiones mezcla indiscriminadamente referencias incompatibles entre distintas culturas y épocas, que no tuvieron relación real. La fantasía otorga licencia al artista para todo tipo de anacronismos y transculturaciones. La ciencia ficción permite a los realizadores cinematográficos, el uso e interpretación de fenómenos naturales y culturales sin el necesario apego al rigor científico e histórico que tendría que tener si se presentara en un contexto académico.
Por estas razones, es muy importante no confundir la realidad con la ficción y por lo tanto, evitar utilizar referencias a las obras artísticas en las situaciones en las que no les corresponden.
Lorenzo Rocha

 

jueves, 5 de mayo de 2022

Tres voces (17 radio)

 

El próximo miércoles 11 de mayo a las 12:00 (México y Colombia), 19:00 (Bilbao), conversaremos con Paola Acosta y Diego Corrales sobre los cruces entre áreas de 17 instituto de estudios críticos.

Sintonicen 17radio.org 

APROPIACIÓN

La filósofa y lingüista canadiense Mary Louise Pratt define en su ensayo “Apocalipsis en los Andes” (1996) , el concepto de “zonas de contacto”, situaciones en las que entran en contacto grupos con desigualdades económicas y culturales extremas, que generan conflictos y en las que prevalece el poder hegemónico, en aras de una supuesta “integración”.


Los planificadores y diseñadores urbanos ven a la ciudad y al territorio como objetos y espacios. Ellos previenen y proyectan supuestas conductas y modos de uso de los sitios que producen, pero las personas siempre buscarán apropiárselos y utilizarlos de acuerdo a su mayor conveniencia, ya sea para transitar por ellos, socializar, manifestarse, vender sus mercancías o cualquier otra actividad. Para las personas en contraste, la ciudad y los lugares son verbos, siendo el principal de ellos: apropiarse.

Durante los últimos 20 años, la etnografía ha puesto su mirada en las ciudades, en las “tribus urbanas” y también ha definido el lugar antropológico, aquel que posee historia e identidad, hasta el extremo de estudiar la antropología en las calles. Lo más interesante de ello es la apropiación temporal que cada grupo humano hace, de manera dinámica y simultánea, a veces incluso en conflicto y siempre de modo distinto al previsto por los planificadores.

Del mismo modo, más allá de la ciudad, el territorio no es solamente un lugar, es una acción, los humanos “territorializamos” el espacio vacío. En el espacio público, las personas, hasta entonces desconocidas, se fusionan por vínculos de integración que son a la vez culturales, normativos, psicológicos, lingüísticos y prácticos, estas relaciones son tan poderosas como efímeras.

En Latinoamérica, las ciudades de origen pre-colonial experimentan constante tensión entre la tradición (indígena y colonial) y la modernidad (económica y capitalista). Los contrastes existentes en las zonas en las que ambas fuerzas entran en contacto, casi siempre son conflictivas y problemáticas y se encuentran muy lejos de la estabilidad. La cultura precolombina se caracterizaba por el uso comercial del espacio público, los tianguis, que prevalecen hasta nuestros días en casi todas las ciudades latinoamericanas, en sus calles y plazas principales. Desde el punto de vista etnográfico, la cultura indígena se ha “museificado” , quedando confinada a los museos antropológicos y de culturas populares. Pero en la calle, en los mercados ambulantes, en los que hay ladrones y suciedad, el estado moderno intenta limpiarlos y erradicarlos. En la mayoría de los casos, las religiones y símbolos indígenas han sido convertidos en atracciones turísticas. Lo mismo sucede con la curandería y la medicina ancestral, que han sido convertidos en productos esotéricos y estéticos.

Lorenzo Rocha

 

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