jueves, 5 de mayo de 2022

APROPIACIÓN

La filósofa y lingüista canadiense Mary Louise Pratt define en su ensayo “Apocalipsis en los Andes” (1996) , el concepto de “zonas de contacto”, situaciones en las que entran en contacto grupos con desigualdades económicas y culturales extremas, que generan conflictos y en las que prevalece el poder hegemónico, en aras de una supuesta “integración”.


Los planificadores y diseñadores urbanos ven a la ciudad y al territorio como objetos y espacios. Ellos previenen y proyectan supuestas conductas y modos de uso de los sitios que producen, pero las personas siempre buscarán apropiárselos y utilizarlos de acuerdo a su mayor conveniencia, ya sea para transitar por ellos, socializar, manifestarse, vender sus mercancías o cualquier otra actividad. Para las personas en contraste, la ciudad y los lugares son verbos, siendo el principal de ellos: apropiarse.

Durante los últimos 20 años, la etnografía ha puesto su mirada en las ciudades, en las “tribus urbanas” y también ha definido el lugar antropológico, aquel que posee historia e identidad, hasta el extremo de estudiar la antropología en las calles. Lo más interesante de ello es la apropiación temporal que cada grupo humano hace, de manera dinámica y simultánea, a veces incluso en conflicto y siempre de modo distinto al previsto por los planificadores.

Del mismo modo, más allá de la ciudad, el territorio no es solamente un lugar, es una acción, los humanos “territorializamos” el espacio vacío. En el espacio público, las personas, hasta entonces desconocidas, se fusionan por vínculos de integración que son a la vez culturales, normativos, psicológicos, lingüísticos y prácticos, estas relaciones son tan poderosas como efímeras.

En Latinoamérica, las ciudades de origen pre-colonial experimentan constante tensión entre la tradición (indígena y colonial) y la modernidad (económica y capitalista). Los contrastes existentes en las zonas en las que ambas fuerzas entran en contacto, casi siempre son conflictivas y problemáticas y se encuentran muy lejos de la estabilidad. La cultura precolombina se caracterizaba por el uso comercial del espacio público, los tianguis, que prevalecen hasta nuestros días en casi todas las ciudades latinoamericanas, en sus calles y plazas principales. Desde el punto de vista etnográfico, la cultura indígena se ha “museificado” , quedando confinada a los museos antropológicos y de culturas populares. Pero en la calle, en los mercados ambulantes, en los que hay ladrones y suciedad, el estado moderno intenta limpiarlos y erradicarlos. En la mayoría de los casos, las religiones y símbolos indígenas han sido convertidos en atracciones turísticas. Lo mismo sucede con la curandería y la medicina ancestral, que han sido convertidos en productos esotéricos y estéticos.

Lorenzo Rocha

 

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