Es muy importante recordar siempre que la crítica no consiste solo en señalar defectos, o bien en las polémicas profesionales cotidianas. La crítica es una actitud de cuestionamiento de lo establecido que ayuda a la evolución de los individuos y a su emancipación.
Desde hace mucho tiempo se ha presentado un dilema que se relaciona con las críticas que todos los días hacemos al status quo. ¿Como se puede contribuir mejor a la transformación de las instituciones? ¿Desde dentro o desde afuera de ellas? Algunos colegas han optado por alejarse de todo aquello que se relacione con las autoridades, sean académicas, gubernamentales o profesionales. Estos han adoptado una actitud de lucha y de subversión contra el orden establecido y se han quedado al margen. Los otros, han ingresado a las filas del sistema, ya sea universitario, colegiado o de otro tipo, como funcionarios o como colaboradores. Desde dentro piensan que contribuyen a generar cambios en sus ámbitos laborales, aunque al final realmente cambian pocas cosas.
El tema puede tener infinidad de matices, pero está claro que el mejor modo de combatir los vicios de las instituciones es permaneciendo al margen de ellas, ya que cualquier tipo de colaboración, incluso una que las cuestione, provoca el efecto contrario: las fortalece. Se trata también del idealismo que es propio de la juventud, que sin embargo al pasar de los años se va debilitando gradualmente y nos vuelve cada vez más condescendientes. Miramos a nuestro alrededor para constatar que los sistemas oficiales son de tal magnitud, que es prácticamente imposible ser ajenos a ellos y por lo tanto, tarde o temprano absorben incluso a quienes en algún momento se consideraron revolucionarios. Lo único quizá que prevalece a la larga es la posición ideológica propia, con las modificaciones naturales, que constituye el fundamento moral con el que operamos ya sea dentro o fuera del sistema.
Lorenzo Rocha
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