¿Es posible aún encontrar la luz de la esperanza en la oscuridad de lo contemporáneo? Las referencias a la cultura y al malestar de nuestra época, ambas desde lo infrapolítico, son perturbadoras por su carga de gravedad y angustia.
A partir de los años ochenta del siglo pasado, los teóricos de la arquitectura en Estados Unidos y Canadá, adoptaron una postura crítica radical frente a las tendencias del momento y también respecto al movimiento moderno. Es difícil saber si en otros tiempos hubo períodos similares de malestar arquitectónico. Seguramente los hubo en alguna medida, pero muy probablemente no fueron tan duraderos, ni tan intensos como el nuestro.
¿Cuales son los problemas de fondo de la arquitectura moderna? ¿Porqué hemos escrito tanto sobre ellos y aun así prevalecen? Nos conviene en primer lugar observar hacia donde están dirigidas estas críticas. Frederic Jameson publicó en 1982 su texto “La arquitectura y la crítica de la ideología”, en el cual discute acerca de del contenido ideológico de la arquitectura en relación con la fenomenología y la dimensión estética de la experiencia sensorial, este texto se puede considerar el inicio del movimiento crítico. En año de 1983 se publicaron dos ensayos que pusieron en tela de juicio la mayoría de los valores arquitectónicos vigentes, en aras de la adopción de una posición marxista frente a la producción arquitectónica. Kenneth Frampton se manifestó en contra de la globalización, abogando por un “Regionalismo crítico”, retomando el argumento que sus colegas Liane Lefaivre y Alexander Tzonis habían expuesto un año antes. En ese mismo año, Alberto Pérez Gómez criticó en su libro “La arquitectura y la crisis de la ciencia moderna”, a la instrumentalización de la teoría, la cual consideró una ficción, ajena a la dimensión existencial de la arquitectura. Un año después, Michael Hays expone su postura de resistencia frente a los valores de la cultura dominante en su ensayo “Arquitectura crítica, entre cultura y forma”. Después de este año, comenzaron a publicarse algunas réplicas y objeciones que se han sucedido hasta la fecha, hablando de otra manera de abordar el proyecto, una más pragmática y menos intensa, que ya se le conoce como poscrítica.
Sin embargo, el malestar no parece haber pasado, ahora hablamos incluso de un predicamento, debido al calentamiento global, la escasez del agua, la dependencia en el petróleo y otros obstáculos que enfrentamos. Seguimos desconfiando del diseño paramétrico, de la sobre-informatización de nuestra vida cotidiana, de la vigilancia por video, de la alienación producida por los no-lugares, de lo indigno de la mayor parte de nuestras viviendas. De este modo ya no podemos hablar de auténtico pesimismo, sino de un “optimismo informado”.
Lorenzo Rocha
No hay comentarios:
Publicar un comentario