En su libro “Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo”, el politólogo e historiador sino-irlandés Benedict Anderson afirma que mas allá de la aldea, todas las demás nociones de identidad: nacionalistas, históricas y religiosas son imaginarias, creadas por los intereses políticos..
Dentro del trabajo de reflexión filosófica, la identidad de cada individuo es, al mismo tiempo, lo más importante y lo mas irrelevante. En el plano de las ideas y las interrogantes, así como en la teoría crítica, en cuanto al contenido de los debates y ensayos, poco importa la nacionalidad, edad, religión, etnicidad, sexo ni estilo de vida de quien escribe, lo único importante es el texto. Sin embargo, la ideología política, la posición que tome cada uno frente a los fenómenos está inevitablemente ligada a las identidades de cada uno.
Nuestra identidad es lo más valioso que poseemos y la protegemos contra cualquier amenaza. Si no existieran las identidades, tampoco existirían los territorios. Incluso los lugares no habitados por el ser humano son territorios y tienen identidad, solo por haber sido nombrados como tales.
Las identidades tampoco son exclusivamente producidas por lo físico de los lugares, las personas que comparten rasgos de identidad, se asocian y se apoyan aunque habiten en sitios muy lejanos. La tecnología de las comunicaciones contribuye a la creación de comunidades de individuos que probablemente nunca se han conocido en persona. Por todo el mundo existen alianzas entre personas que se identifican por sus orígenes e intereses comunes, hasta el extremo de proporcionarse apoyo en casos de necesidad.
En todo caso, uno nunca debe ocultar su identidad, la transparencia es vital para forjar relaciones sanas. Del mismo modo, es necesario que las instituciones educativas no tengan agendas ocultas y manifiesten abiertamente su naturaleza fundacional, aunque esto conlleve la renuncia a cierto tipo de beneficios y el acceso a recursos y a públicos cuyas ideologías sean contrarias a las de la institución.
Como académicos no necesariamente debemos comulgar con los idearios de las instituciones a las que pertenecemos, existe una ineludible libertad de pensamiento y de acción en todo ámbito de enseñanza. Según Derrida "La universidad debería, ser también el lugar en el que nada está a resguardo de ser cuestionado, ni siquiera la figura actual y determinada de la democracia; ni siquiera tampoco la idea tradicional de crítica, como crítica teórica, ni siquiera la autoridad de la forma ‘cuestión’, del pensamiento como ‘cuestionamiento’”.
Lorenzo Rocha
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