Manuel Delgado, “Márgenes y umbrales
Gran parte de los planificadores actuales padecen de lo que Henri Lefebvre nombraba la “ilusión urbanística”: “considerándose a sí mismo como como gestor de un sistema, el urbanista tecnócrata está convencido de que el espacio es algo que está ahí, a la espera de sus hazañas creativas. No reconoce que él no produce ni crea el espacio, sino que ejecuta los mandatos de un orden que le supera”.
El orden que gobierna al espacio urbano es aquel que dictan las ciencias del territorio, principalmente, la Geografía (lo físico), Economía (lo financiero) y Sociedad (lo humano), aspectos se combinan para regular las intervenciones en el suelo urbanizable.
Para conseguir compaginar los distintos factores y lograr sus objetivos, los urbanistas tienen la alternativa del enfoque territorial del proyecto apoyado en la toponomía, campo de estudio transdisciplinar que se ocupa del cuidado y la gestión (nomos) del lugar (topos), como lo indica su raíz etimológica. Además de definir el área de estudio, la toponomía tendrá como objetivo la consideración de la actuación simultánea de las distintas fuerzas sociales sobre el territorio, sus normas, tensiones, conflictos, diálogos y consecuencias. Si etimológicamente Economía significa "el cuidado de la casa", entonces Toponomía sería "el cuidado del lugar donde se construye la casa".
Cada uno de los tres enfoques (físico, financiero y humano), es relativamente manejable por sí solo, sin ser en absoluto simple, pero la auténtica complejidad de la planeación urbana radica en que ciertas condiciones deben cumplirse simultáneamente para que la actuación territorial tenga viabilidad. La complejidad es transversal al estado del territorio, se da entre los distintos estratos que lo componen, una vez que cada disciplina se superpone a la anterior.
Lorenzo Rocha
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