jueves, 27 de marzo de 2025

CUERPOS MAQUINA

Como cualquier herramienta, la IA depende de la voluntad de su usuario, sin embargo, su potencial es demasiado grande para ignorarlo. La estructura de la IA es similar, aunque no exactamente igual a la sinapsis del cerebro humano, sobre todo su velocidad de aprendizaje.

El ser humano es un organismo que se caracteriza por la razón. Desde su origen ha utilizado herramientas, objetos que le han ayudado a aumentar sus capacidades físicas y mentales. Algunas máquinas son prótesis que se integran al cuerpo y le dan mayor alcance o fuerza, pero otras son herramientas que alimentan nuestra capacidad intelectual.
Las máquinas que poseen tecnología informática capaz de aprender, pueden suministrar información suficiente a sus usuarios como para asistirlos en la toma de decisiones e incluso en la ejecución de los procesos de producción. Se puede decir entonces que las máquinas actuales tienen capacidad de pensamiento, un pensamiento no-humano. Sin embargo, lo que seguramente no poseen son sentidos, porque carecen de cuerpo. Cuando tenemos claro que la información no es equivalente a la experiencia, podemos ver la diferencia en la inteligencia artificial y natural, esto es especialmente importante para la arquitectura, el urbanismo y para la apreciación del paisaje. 
También conviene pensar las implicaciones de la estética, más allá del estudio de la belleza, sino como una forma de conocimiento compartido que se adquiere mediante la experiencia sensible. Para la experiencia estética es indispensable la existencia de una comunidad y desde luego de entes sensibles. Las máquinas no poseen estas características y por lo tanto, es correcto valorarlas como herramientas confiar en su capacidad, pero evitar a toda costa humanizarlas.
Lorenzo Rocha

 

jueves, 20 de marzo de 2025

EFECTOS DEL ARTE

En inglés existe un término interesante llamado “Artwashing”, que se refiere a los procesos en los que el arte es utilizado para atraer la atención del público con alto poder adquisitivo, de modo que adquiera otros productos comerciales e invierta en bienes raíces.
La presencia de artistas en cualquier barrio urbano, ha tenido desde hace décadas un efecto que ha tendido hacia el aburguesamiento de dichos barrios. En principio es posible que los artistas se interesen en mudarse a alguna zona específica de la ciudad por razones económicas y por las características de los espacios que esta ofrece. Al poco tiempo, les siguen otros negocios como las cafeterías, las galerías de arte y otros similares, los cuales provocan un alza en los precios de los alquileres. Este fenómeno los va obligando a buscar otra localización más accesible, dejando atrás un efecto económico de aburguesamiento involuntario.
La realidad es que los promotores inmobiliarios y los empresarios del comercio y la restauración son muy hábiles para captar y capitalizar el potencial financiero de las actividades creativas. Supongamos que en sentido estricto no se trata de efectos negativos en sí mismos, sino una forma de explotación y aprovechamiento de inercias que transforman el trabajo cultural en un reclamo publicitario y de ese modo lo desvirtúan,
El reto sería que los artistas crearan mecanismos para defender su trabajo contra la depredación y explotación comercial indebida. Sobre todo deberían cuidar sus intereses y no permitir que quienes tienen mayor poder adquisitivo los utilicen para sus fines sin que les garanticen que a cambio de ello podrán mantener su estabilidad financiera y beneficiarse también del efecto atractivo que ejercen sobre la ciudadanía. Se trata en resumen de modelos contractuales que permitan que quien invierte en la producción artística y obtiene beneficios secundarios de ellas, se comprometa a repartir sus ganancias de manera justa con quienes han contribuido a generarlas. No cabe duda que la presencia de actividades creativas aumenta la plusvalía del suelo urbano y este factor no debe ser utilizado de manera engañosa ni abusiva, la cual además repercute a largo plazo negativamente en el propio barrio que la originó. El caso más claro de ello es la “Zona Rosa” de la ciudad de México.
Lorenzo Rocha

 

jueves, 13 de marzo de 2025

OBJETOS UTILES

El semiólogo brasileño Décio Pignatari escribió acerca de una silla de Gerrit Rietveld: “Esta no es exactamente una silla, es un pensamiento, es un manifiesto neoplasticista. Es una silla pensando la silla, aspirando a ser todas las sillas posibles”.

Consideremos un objeto de uso cotidiano, como por ejemplo una silla. Las sillas forman parte del mobiliario de casi todos los espacios y aunque las usamos diariamente en el trabajo y en la casa, quizá no hemos pensado en algunas de sus características. Lo más importante de una silla es que sea cómoda, que sus medidas sean adecuadas al cuerpo humano y que sus materiales sean suaves para que no nos causen molestias, esto se llama ergonomía. Además de ello, también es indispensable que la silla sea resistente y al mismo tiempo accesible económicamente.
Todo ello apunta al propósito del objeto a su utilidad para las personas, pero esto no es suficiente. La silla también debe ser bella. Este es el dilema del diseño, el equilibrio que debe haber entre lo útil y lo bello. Puede haber sillas muy bellas a la vista, pero inaceptablemente incómodas e imprácticas. Esto no haría que perdieran su belleza, pero ¿podríamos seguir llamándolas “sillas” aunque no nos sentáramos en ellas?
Hay varios ejemplos que ilustran este dilema: la silla “Zig zag” diseñada por Rietvled en 1934, la silla plegable “Frei Egidio” creada por Lina Bo Bardi en 1987 con Marcelo Ferraz y la “Silla 42”, del artista Donald Judd para la Fundación Chinati en 1982. Casualmente estas sillas son todas de madera barnizada, sus asientos son planos, cuadrados y carecen de ningún tipo de recubrimiento acolchonado. Todas estas son piezas exhibidas en museos por todo el mundo y rara vez se utilizan, en parte porque se deben conservar y también porque son muy incómodas. Estas famosas sillas han trascendido su propósito original como asientos a una categoría objetual distinta, la del “objeto bello”, separándose de su origen esencial para convertirse en símbolos, en ideas.
Lorenzo Rocha

 

jueves, 6 de marzo de 2025

DILEMAS DEL PRESENTE

En una mesa de discusión en el Museo experimental El Eco, organizada por el grupo “Colateral” se plantearon una serie de preguntas acerca del futuro de la ciudad y de la educación arquitectónica universitaria.

Preguntarse sobre el futuro es una costumbre muy extendida en todo tipo de discusiones sobre arquitectura, urbanismo y medio ambiente. Es una preocupación legítima ya que las disciplinas proyectuales se ocupan de la creación de escenarios posibles que se planean a corto y mediano plazo y que en algunas ocasiones se llevan a cabo.
Por otra parte resultan más escasos los cuestionamientos sobre las acciones que realizamos en el presente y sus consecuencias inmediatas. Quizá eludimos hablar de ello porque implicaría un compromiso de nuestra parte, la defensa de nuestras convicciones y un probable cambio de actitud que resultara en la renuncia a ciertos hábitos y beneficios de los que no deseamos prescindir.
Resulta entonces más cómodo y conveniente discutir sobre un futuro abstracto en el que podamos verter nuestras esperanzas de que los problemas que estamos generando en el presente, los resolverán nuestros descendientes. Hay una ironía implícita en el lugar común de la frase: “los jóvenes son el futuro de la humanidad”.
Me imagino a los niños mexicanos de los años 1950 que son ahora ancianos. La expansión desmedida de la ciudad de México, la enorme producción de automóviles, la dependencia absoluta en la energía derivada de los combustibles fósiles y muchas acciones que la sociedad y los gobiernos de hace 70 años se justificaron como elementos para la construcción del futuro de nuestra metrópolis y de sus jóvenes, pensando que el progreso técnico y la industrialización garantizarían un bienestar para la siguiente generación, trajeron como resultado nuestra realidad actual.
Ahora estamos pensando en que debemos “descarbonizar” a la economía urbana, en el reciclaje, en reducir el consumo y generar menos desechos, justamente lo contrario de lo que nuestros padres hicieron. Es probable que no lo consigamos, que la sustentabilidad sea incompatible con el sistema económico capitalista. Los humanos siempre deseamos  que el futuro sea mejor que el presente, pero muy frecuentemente nos desviamos de nuestros objetivos a cambio de beneficios inmediatos.
Lorenzo Rocha 

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