jueves, 6 de mayo de 2010
SERENIDAD
Luis Barragán fue acreedor al premio Pritzker en 1980, en la declaración del jurado se describía su trabajo como un “acto sublime de imaginación poética”. En su discurso de aceptación del premio, el arquitecto utiliza la palabra “serenidad” en siete ocasiones, al hablar de las motivaciones de su trabajo como arquitecto. La serenidad es para Barragán “la misión espiritual de la arquitectura”. Al inicio de su discurso, el arquitecto expresa su sentimiento de alarma por la desaparición de palabras como serenidad, silencio, intimidad y asombro, ideas que fueron su guía a lo largo de su proceso creativo. Más adelante en su discurso repite su lema y aclara que la serenidad es el “antídoto contra la angustia”, un equilibrio frágil que el arquitecto debe preservar cuidando que los detalles del espacio, incluso una indiscriminada paleta de colores, no la ahuyenten. Barragán encuentra en los jardines, en su alma, “la mayor suma de serenidad de la que puede disfrutar el hombre”, citando las palabras del arquitecto francés Ferdinand Bac, quien fue una importante influencia para él en su juventud, el arquitecto añade que sólo en el jardín se puede aunar lo poético con lo misterioso y la serenidad con la alegría: “Un jardín bien logrado contiene no menos que el universo entero”.
Todas las palabras escritas por Barragán en este texto estarían vacías si su obra no fuera capaz de provocar estas sensaciones, u otras similares con los elementos constructivos espaciales propios de la arquitectura. La lectura del discurso de un arquitecto sólo es relevante si las emociones o conceptos que escribe están presentes de modo inequívoco en las características físicas de sus construcciones, en muchos casos de la arquitectura moderna las palabras de los arquitectos suenan huecas, ya que no corresponden con lo que se puede extraer de la experiencia corporal de sus edificios. En este sentido, la preocupación principal de todo arquitecto debería centrarse en su medio de expresión: el espacio, las imágenes y textos que deriven de él, si no se apegan al objeto concreto, son inútiles.
Lorenzo Rocha
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