jueves, 19 de agosto de 2010

TIEMPO Y COSTO


Mientras a los arquitectos nos interesa primordialmente la síntesis entre la funcionalidad y la belleza de las construcciones, a los clientes y usuarios les preocupa más que una obra se ejecute en el tiempo y costo estipulados al comenzarla. Cuando se trata de una obra pública, el contrato del arquitecto se establece con la sociedad en general, no con un cliente particular, ni con el gobierno como entidad contratante (quizá sí como representante de la población). Esta noción complica el papel del gremio ante un tropiezo como el que acabamos de conocer: el monumento al Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución mexicana, la “Estela de luz”, se entregará con más de un año de retraso y su costo será más del triple de su presupuesto original. Cuando pensamos en la pertinencia de dicha obra y en la dimensión política de una arquitectura a escala urbana (MILENIO, La crítica / Espacios 07/05/09 y 29/09/09) ¿Qué reflexión podemos hacer ante un hecho tan escandaloso como éste?

En primer lugar, sale de nuevo a flote la discusión sobre la necesidad misma de la edificación del monumento, ¿será posible que las autoridades reconsideren su pertinencia, a la luz de las dificultades técnicas que han retrasado y encarecido la construcción?

La propia explicación de las autoridades de la Secretaría de Educación, en cuanto a las dificultades técnicas de la obra, es en sí un contundente argumento contra su continuación. La justificación primordial del proyecto es su “inigualable belleza”, un juicio difícil de sostener ya que aún no ha sido edificada, ni se han escuchado las opiniones de los habitantes, sus destinatarios finales. Dicha belleza hipotética parece ser suficiente para haber contratado a una empresa canadiense para realizar los estudios de mecánica de suelos, así como tecnología alemana para contrarrestar los efectos de viento y sismo. La estructura está siendo construida en Finlandia, el cuarzo con el que será recubierta sólo existe en Brasil y se laminará en Italia, entonces la pregunta final sería: ¿Qué belleza artística podría justificar tal dispendio?

Lorenzo Rocha

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