Es realmente curioso cuando nos entreramos de la etimología de alguna palabra que utilizamos irreflexivamente. Como la palabra Luna, que es una contracción de la voz latina Lucina, que a su vez significa: lucero. La Luna no es más que eso, justamente es el “Lucero de la noche”, una luminaria nocturna, el farol que alumbra las noches terrestres.
Los espacios son definidos en gran medida por la luz, por eso un mismo espacio adquirirá características muy distintas según la hora del día en la que lo visitemos. La luz de la Luna es blanca y si su intensidad es tal que se produzcan sombras (por ejemplo, con la Luna llena), éstas serán muy nítidas y quizá más definidas que las que proyectan los rayos solares. Esto se debe en parte en que la luz de la Luna no es propia, el satélite terrestre es una pantalla blanca que refleja al Sol. En función de estos dos tipos de luz natural (solar y lunar), la mayoría de las personas identifican a la luz blanca como “luz fría”, como una luz mortecina, en contraste la luz solar nos parece cálida.
Pero hay que recordar que toda percepción humana es un producto cultural, la luz sólo es una, es la energía que se deprende cuando los electrones del átomo saltan de un nivel a otro, durante una reacción química, por ejemplo cuando la reacción desprende calor y fuego. Por lo tanto, en sentido estricto no hay luz fría, la luz lunar no transmite el mismo calor que la luz solar por que es un reflejo de ésta. Ciertamente percibimos muchísimo menos calor con la radiación lunar que con la exposición directa al Sol. De igual modo un foco incandescente se calienta notablemente más que un tubo de luz neón, aunque ambas sean manifestaciones del mismo fenómeno.
La percepción de los espacios arquitectónicos está estrechamente ligada a cada cultura en el tiempo y lugar donde se producen. La arquitectura, en su relación con la luz, despierta sensaciones humanas ligadas inevitablemente a la experiencia que cada uno de nosotros traduce en estados de ánimo y reacciones emocionales, las cuales difieren radicalmente en las distintas horas de un mismo día.
Lorenzo Rocha