En las zonas suburbanas de la ciudad de México es muy frecuente observar en las azoteas de las casas, largos trozos de varilla a veces protegidos con botellas de vidrio vacías. Se trata de una imagen que sugiere que la casa no ha sido terminada del todo, o bien que su propietario planea construir uno varios pisos más cuando sus ahorros se lo permitan. La arquitectura derivada de la auto-construcción es un fenómeno muy frecuente en los alrededores de las ciudades caóticas como la nuestra, una imagen a medio camino entre ruina y desarrollo, la representación física de la pobreza que preferimos no mirar.
La razón técnica de la existencia de estas varillas disparadas al cielo es muy sencilla, para continuar con la construcción de la casa, los refuerzos verticales de concreto deben tener continuidad entre los distintos niveles de la casa. Sin embargo, el tramo para empalmar las varillas del nivel bajo hacia el siguiente solamente requiere una longitud equivalente a veinte veces el diámetro de la varilla. Esto significa que si consideramos la varilla más común, que tiene un diámetro de 3/8 de pulgada, el tramo de empalme considernado holgura suficiente para maniobrar no debería exceder de 30 centímetros, eso sí es muy importante cubrirlo de la herrumbre, por lo cual la función de la botella vacía es indispensable.
Entonces podemos especular que además del desconocimiento técnico de los detalles constructivos como este, los propietarios y constructores de esas casas, encuentran en las varillas un valor más alla de lo constructivo, no cabe duda que tienen también un valor simbólico aspiracional. Nos hablan de una cierta confianza en que el futuro de la casa será mejor que su presente y que el proyecto nunca estará totalmente terminado, deseos que seguramente compartimos todas las personas que nos dedicamos a la construcción.
Robert Smithson, uno de los artistas estadunidenses más representativos del minimalismo y el Land Art, visitó México en 1969 y dió una conferencia al respecto en la Universidad de Utah en 1972, durante su plática con estudiantes de arquitectura, expresó su opinión sobre las construcciones informales de México en los siguientes términos: “El constructor decidió en algún momento ampliar el espacio hacia un segundo piso, pero se dió cuenta que no era muy buena idea. Así que lo demolió dejando todos estos hierros en una especie de sensación espinosa en voladizo, me sugiere una imagen de Piranesi, es piranesiano por todos estos pisos sin final o escaleras que desaparecen entre nubes [...] diría que es una especie de ‘desarquitecturización’”.
Lorenzo Rocha
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