El dibujo es sin duda, una parte fundamental del lenguaje humano, es una forma de expresión que se encuentra a mitad de camino entre la escritura y la pintura. Puede ser una forma de arte, si es que su intención es estética, pero si solamente se usa para ilustrar un pensamiento, se parece más a un medio de expresión escrita. De hecho muchas personas acompañan sus notas de viaje con sencillos dibujos de aquello que les impresionó más en su jornada. También los escritores tienen en ocasiones la necesidad de ilustrar sus textos con algún diagrama o cróquis que aclare más alguna de sus ideas literarias.
Los arquitectos dibujamos constantemente, ya sea para materializar y tener a la vista algún concepto o idea espacial, o bien para transmitir las instrucciones para que los constructores tengan la posibilidad de ejecutar nuestros proyectos. Por su carácter abstracto, el dibujo arquitectónico está repleto de símbolos, muy frecuentemente vemos en los cróquis de los arquitectos un pequeño sol en la parte alta del dibujo, que indica la orientación del edificio, o el viento representado por una flecha y nunca falta una figura humana en cualquier boceto arquitectónico.
“Prefiero dibujar a hablar. Dibujar es más rápido, y deja menos espacio para la mentira”, decía Le Corbusier. El famoso arquitecto suizo dibujó innumerables bocetos de la Villa Saboya, construida en 1931 cerca de París, los cuales expresaban una idea de la casa como una “caja suspendida en el aire”. Ciertamente dibujamos lo que no podemos decir con palabras y los arquitectos en particular a veces explicamos verbalmente solo aquello que no podemos dibujar. Siendo una herramienta de comunicación, el dibujo del arquitecto rara vez tiene la fuerza y expresividad estética que tiene el dibujo artístico. Por ello, es extraño que se realicen en ocasiones muestras donde se exhiba el dibujo arquitectónico como pieza de arte. Si se trata de una exposición con intención didáctica, los bocetos pueden contribuir a la comprensión de los proyectos exhibidos, junto con las fotografías, planos y maquetas a escala. Pero, ¿quién puede comparar un cróquis de Le Corbusier con un dibujo de Giacometti? La capacidad de síntesis y expresividad que tiene un dibujo de Picasso, jamás la tendrá un cróquis de Álvaro Siza, aunque pudiera llegar a asemejarse al dibujo del artista.
En resúmen, los arquitectos dibujamos para poder construir y una vez que el edificio está concluido, sus demás sub-productos, incluidos dibujos, fotografías y modelos, comienzan a operar en un campo comunicativo bidimensional, quedando la obra construida como la principal manifestación espacial de la idea arquitectónica.
Lorenzo Rocha
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