
Sería demasiado largo citar aquí todos los ejemplos del papel que juega la ciudad en la literatura, pero es indudable que se trata de un personaje constante en la ficción literaria. Basta pensar en relatos cortos, incluso de un párrafo como el famoso “Comentario” de Franz Kafka, titulado “Déjalo ya”, que narra en unas cuantas líneas, la angustia y desasogiego de una persona que busca la estación de tren, sabiendo que ya va con retraso, en un pueblo que no conoce bien. La sensación de soledad que expresa Kafka en estas breves palabras, es un sentimiento que probablemente todos nosotros hemos experimentado alguna vez. Parece ser que la ciudad es el lugar ideal para perderse y enfrentarse a los miedos y peligros que subyacen a su aparente orden y racionalidad. También hay artistas que se pierden intencionalmente, divagan por las calles a la espera de las sorpresas que puedan tener en su caminata, los célebres Flâneurs, o paseantes callejeros, quienes comenzaron su andar en el Siglo XIX y más adelante, durante las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado, se convirtieron en artistas situacionistas La ciudad se comunica con las personas, todos leemos sus signos, si no conocemos un sitio, intentamos guiarnos en la dirección correcta mirando el flujo de las personas y de los vehículos, siguiendo los hitos urbanos, como los edifcios altos, las avenidas anchas, los ríos o costas, las chimeneas de la fábricas. Gracias a estos elementos, en realidad nunca estamos totalmente perdidos dentro de la ciudad, ya que el espacio urbano es en cierto modo, un fenómeno de comunicación visual.
Lorenzo Rocha
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