El fallecimiento reciente de los arquitectos Pedro Ramírez Vázquez (1919-2013) y Ricardo Legorreta (1931-2011), desencadena reflexiones trascendentes sobre el posible futuro de nuestra profesión. Ambos fueron sin duda, personajes claves de la arquitectura contemporánea en México, por obras de la importancia del Museo de Antropología y la Basílica de Guadalupe, en el caso de Ramírez Vázquez y los hoteles Camino Real y el Centro Nacional de las Artes, proyectados por Legorreta.
Si dejamos de lado por un momento los talentos artísticos de ambos personajes, es indudable que sus habilidades excedían por mucho su formación profesional como arquitectos, ya que además de desempeñarse notablemente dentro de su campo de conocimiento, Ramírez Vázquez era un gran político y Legorreta fue un arquitecto con especial orientación empresarial. El primero de ambos ocupó cargos en la administración pública que lo distinguieron entre sus colegas por haber sido el primer secretario de asentamientos humanos y obras públicas, además de haber sido fundador y rector de la Universidad Autónoma Metropolitana. El segundo, destacó sin duda por su trabajo como arquitecto al servicio de empresas privadas, lo cual impulsó su carrera más allá del territorio nacional y consolidó a su despacho como uno de los primeros en México que se ha considerado como una firma reconocida mundialmente. El único arquitecto vivo de la talla de los antes mencionados es sin duda Teodoro González de León.
El talento político y empresarial es una característica indispensable para el éxito de los proyectos arquitectónicos, ya que no basta con ser capaces de resolver los aspectos funcionales, estéticos y técnicos para que los edificios se lleven a cabo correctamente. También es indispensable que el arquitecto sea capaz de negociar su postura, para convencer a los inversionistas o a los servidores públicos del valor e importancia de las ideas contenidas en su proyecto. Cada vez encontramos en nuestro país menos arquitectos que puedan lidiar con las fuerzas externas a sus proyectos, que si bien no se pueden controlar totalmente, en la mayor parte de las ocasiones condicionan el resultado del proyecto.
El panorama futuro de la arquitectura mexicana, visto con la suficiente perspectiva, muy probablemente desplazará al modo tradicional del ejercicio de nuestra profesión. Parece ser que paulatinamente van ganando terreno las empresas consultoras multinacionales, por encima de los profesionistas libres, en todos los pasos del proyecto y construcción de los edificios públicos y privados.
Lorenzo Rocha
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