Juan O'Gorman fue el primer arquitecto en México en seguir la corriente funcionalista de forma manifiesta. El arquitecto comenzó en 1929, a la edad de 24 años, una serie de casas bajo la influencia del arquitecto suizo Le Corbusier. Construyó una casa para su padre, otra para su hermano Edmundo, una más para venta, cerrando una etapa experimental que concluiría en 1932 con la construcción de las casas para Diego Rivera y Frida Kahlo, las cuáles lo darían a conocer internacionalmente.
Acerca de su afán de experimentación, relató las primeras reacciones ante su obra en su autobiografía: "La casa que construí causó sensación porque jamás se había visto en México una construcción en la que la forma fuera completamente derivada de la función utilitaria. Aplicando el sistema de construcción de concreto armado en el edificio, su apariencia era extraña. En México no se había hecho una casa puramente funcional. El mínimo de gasto y esfuerzo, por el máximo de eficiencia había sido la base teórica para realizar esta casa".
Muchos estudiosos de la historia de la arquitectura mexicana, señalan a la Granja sanitaria de Popotla, construida por José Villagrán en 1925, como la primera obra totalmente moderna en México. A pesar de que conserva algunos elementos del eclécticismo que le precede, como la simetría y la verticalidad, sus fundamentos son sin duda funcionales. No parece fortuito que ambos arquitectos compartieran el interés por los principios del funcionalismo, siendo que O'Gorman trabajó brevemente en el despacho de Villagrán, mientras estudiaba en la Escuela de San Carlos.
La experimentación arquitectónica se encuentra muy estrechamente ligada con la teoría, ya que cualquier proyecto que pretenda cuestionar los principios constructivos vigentes en su época, requiere de una sólida argumentación, para ser capaz de apoyarse en conceptos claros y convincentes, ante las críticas que se susciten en torno suyo. Sin embargo, lo que comenza siendo un experimento, pronto se convierte en costumbre, por lo cual, tan sólo unas décadas después, casi todas las construcciones en nuestro país siguieron las premisas planteadas en este período.
A partir de la década de los setenta, la experimentación en la arquitectura mexicana ha sido en su mayoría formal, no han cambiado radicalmente las técnicas constructivas, pero sí que se ha especulado a fondo con las posibilidades de adaptación de los preceptos modernistas a una enorme variedad de alternativas espaciales. No sorprende que algunos edificios nuevos comiencen a parecerse a sus antecedentes históricos.
Lorenzo Rocha
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