La presencia constante de la fotografía en casi todos los aspectos de nuestra vida contemporánea, ha provocado que aceptemos como algo real e incuestionable todo aquello que aparece en las imágenes en periódicos, libros y pantallas. No ponemos en duda lo que vemos fotografiado y lo aceptamos irreflexivamente.
Cuando esta percepción afecta nuestra opinión respecto al espacio arquitectónico y urbano, nos remite directamente a un dilema al que me enfrento cuando veo y discuto con colegas acerca de las fotografías de arquitectura y paisaje: aquello que varios autores mencionan muy acertadamente como lo "real" de las imágenes. Coloquialmente se le llama "realidad" a aquello que aparece en las fotografías publicadas, sin embargo, hay que estar conscientes de que el fotógrafo ya ha hecho un proceso de selección dentro de su composición visual: el encuadre, la luz, el tiempo de exposición, son condicionantes para la percepción visual del objeto fotografiado y derivan de las decisiones del fotógrafo como artista. Incuso si las fotografías son a color o en blanco y negro, pueden ser percibidas de manera muy distinta por el observador, además influye el contexto en el que se presentan.
Algunos artistas aceptan abiertamente su interés por los vacíos y discontinuidades dentro de lo visual y su contenido, es algo que los teóricos tratamos de evitar a toda costa, pero es su aportación más valiosa a la discusión sobre el espacio arquitectónico y la ciudad desde su punto de vista como artistas. Por otra parte, cuando sus imágenes sirven para ilustrar el fenómeno socio-político que les interesa: el caos urbanístico y ecológico de las ciudades modernas, entonces esos vacíos, pueden llegar a ser contraproducentes, pueden crear sesgos cognitivos que en lugar de contribuir a aclarar el entendimiento de los hechos, en un caso extremo podrían obscurecerlos y hacerlos aún más incomprensibles. Es muy frecuente observar fotografías artísticas que acompañan artículos de opinión en muchas revistas especializadas y en reportajes periodísticos. Si bien es cierto que "una imagen dice más que mil palabras", también puede mentir. Si el encuadre de la fotografía omite un primer plano donde se aprecia una información discordante con el objeto central de la imagen, entonces el sentido de toda la información puede quedar desvirtuado. El encuadre es una decisión artística, en la mayoría de los casos el artista compone su imagen intuitivamente, como una búsqueda estética. Pero el reportero o editorialista se convierte en ocasiones, un cómplice de la desinformación, cuando selecciona solamente las imágenes que refuerzan su tesis y omite aquellas que la refutan.
Lorenzo Rocha
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